En esta carrera de la vida existen todo tipo de eventos; buenos, malos, de escasez, de abundancia, de enfermedad, de una salud plena, simplemente la vida tiene todos sus momentos. Y aunque muchas veces deseamos que todo sea calma y bendición, lo cierto es que atravesamos temporadas difíciles que nos hacen temblar. Sin embargo, el llamado de la Biblia es claro: debemos aprovechar cada uno de estos momentos para dar gloria y honra a nuestro Dios, ya sea en medio de la desolación o de la alegría, porque en todos estos escenarios se prueba quiénes son verdaderamente siervos del Señor.
La Escritura nos enseña que la fe no se mide en tiempos de abundancia, sino en medio de la escasez. No se demuestra cuando todo está en orden, sino cuando el caos parece reinar. Allí es donde brilla el verdadero creyente, aquel que deposita toda su confianza en el Dios que nunca falla. Y para ilustrar esta verdad, tenemos el ejemplo del profeta Habacuc, quien vivió en una época donde el pueblo de Judá se había apartado de Dios y pronto recibiría el juicio divino a manos de los babilonios.
En su libro, Habacuc registra una oración cargada de temor humano, pero también de una confianza inquebrantable en el Señor. En el capítulo tres, el profeta contempla lo que vendría: desolación, hambre, pérdida y tristeza. La nación entera experimentaría la consecuencia del pecado, pero en medio de este panorama oscuro, Habacuc pronunció una declaración de fe que sigue inspirando a millones de creyentes:
La Biblia está llena de ejemplos de hombres y mujeres que aprendieron a confiar en Dios en medio de la adversidad. Job, por ejemplo, perdió todo lo que tenía: familia, bienes y salud. Sin embargo, su testimonio quedó grabado en las Escrituras: «Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito» (Job 1:21). El apóstol Pablo también declaró desde la prisión: «Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!» (Filipenses 4:4). Tanto Habacuc, como Job y Pablo comprendieron que la verdadera fe se manifiesta cuando el mundo parece derrumbarse, pero el corazón permanece confiado en el Creador.
Oh amados hermanos, debemos preguntarnos: ¿qué hacemos cuando estamos en medio de la adversidad? ¿Confiamos lo suficiente en Dios? ¿O dejamos que el miedo y la duda nos paralicen? La respuesta de la Biblia es clara: debemos alegrarnos en el Dios de nuestra salvación. Esto no significa ignorar el dolor ni minimizar los problemas, sino reconocer que nuestra esperanza está en alguien mucho más grande que cualquier circunstancia.
Aunque falten los alimentos, la ropa, los recursos económicos o la salud, debemos levantar nuestra voz y proclamar que nuestro Dios es fiel. Aún con todo lo que el mundo nos pueda quitar, hay algo que nunca perderemos: la salvación en Cristo Jesús. Esa es la razón de nuestro gozo. Esa es la fuerza que nos sostiene. Y esa es la fe que el mundo necesita ver reflejada en nosotros.
Habacuc, al igual que nosotros, sintió miedo y estremecimiento, pero decidió descansar en el Señor. Esa misma invitación está sobre ti hoy: confía, espera, adora y regocíjate. Porque al final, aunque la higuera no florezca y los corrales estén vacíos, el Dios Todopoderoso sigue siendo el Dios de tu salvación. Y en Él siempre tendrás motivos para gozarte.