Un hombre sabio y sin temor no es aquel que nunca experimenta miedo, sino aquel que aprende a dominarlo, que lo enfrenta con prudencia y confianza en Dios. El sabio no ignora a sus adversarios, más bien los estudia, reconoce sus debilidades y fortalezas, y busca la manera de vencerlos con inteligencia. Un verdadero valiente no es el que se lanza a la batalla sin pensar, sino el que, aun conociendo los peligros, se prepara confiando en el Señor que le da la victoria.
La sabiduría no consiste únicamente en acumular conocimiento, sino en aplicar ese conocimiento en la vida diaria, especialmente en los momentos de dificultad. El hombre sabio sabe cómo controlar situaciones que se presentan y no se deja dominar por el pánico. Desde la antigüedad podemos encontrar muchas historias en la Biblia que nos muestran hombres que fueron fuertes y valientes, pero sobre todo obedientes a Dios. La valentía verdadera siempre estuvo acompañada de fe y dependencia del Señor.
Uno de estos ejemplos es Josué, un hombre valiente que nunca dudaba cuando Dios le mandaba a conquistar una tierra. Este siervo fiel siempre estaba en pie de batalla, confiado en que el Dios de Israel le respaldaba. Cuando Moisés le dio la orden de enfrentar a los amalecitas, Josué no vaciló ni buscó excusas, sino que se dispuso de inmediato a obedecer.
9 Y dijo Moisés a Josué: Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec;
mañana yo estaré sobre la cumbre del collado, y la vara de Dios en mi mano.10 E hizo Josué como le dijo Moisés, peleando contra Amalec;
y Moisés y Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado.Éxodo 17:9-10
Josué confiaba en lo que Moisés le encomendaba porque sabía que detrás de cada palabra había dirección divina. Este líder militar no dependía de su propia fuerza, sino de la promesa de Dios. Era decidido, constante, un hombre que aprendió a vencer a sus enemigos porque entendió que la verdadera victoria no provenía de la espada, sino del respaldo del Señor.
Además, Josué nunca se excusaba ni decía que no. Él siempre estaba presente cuando se le necesitaba, dispuesto a enfrentar cualquier desafío que amenazara la paz y la seguridad de Israel. Su obediencia y determinación quedaron registradas como ejemplo para las generaciones futuras.
13 Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada.
14 Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo.
15 Y Moisés edificó un altar, y llamó su nombre Jehová-nisi;
16 y dijo: Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación.
Éxodo 17:13-16
Josué aprendió mucho de Moisés, quien siempre actuaba con confianza en lo que Dios le ordenaba. Al observar la fe de Moisés, Josué también aprendió a depender plenamente del Señor. Así fue formado en obediencia, hasta convertirse en el sucesor de Moisés y líder de Israel en la conquista de la tierra prometida.
Pero Josué no fue el único hombre de fe y valentía. Otro ejemplo que no podemos dejar atrás es David, quien se enfrentó a un enemigo gigantesco, no solo en estatura, sino también en arrogancia y desafío. Este joven, pequeño en apariencia pero grande en fe, demostró que la verdadera fuerza no está en las armas ni en el tamaño físico, sino en confiar en el Dios Todopoderoso.
David, a pesar de ser el menor de sus hermanos, no se intimidó ante las burlas ni los comentarios que ponían en duda su capacidad. Mientras sus hermanos y el ejército de Israel temblaban de miedo frente a Goliat, él escuchó sus palabras de desafío y se indignó porque aquel filisteo se había atrevido a provocar al Dios viviente.
Y se paró y dio voces a los escuadrones de Israel,
diciéndoles: ¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla?
¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl?
Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí.1 Samuel 17:8
David no vio un gigante imposible de derrotar, sino a un hombre que osaba burlarse del pueblo de Dios. Por eso habló con firmeza y convicción, demostrando que su fe estaba en el Señor y no en sus propias habilidades.
Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?
1 Samuel 17:26
Al escuchar estas palabras, Saúl mandó llamar a David, y lo que dijo este joven refleja una confianza admirable:
31 Fueron oídas las palabras que David había dicho, y las refirieron delante de Saúl; y él lo hizo venir.
32 Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo.
45 Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.
1 Samuel 17:31-32,45
El secreto de David fue que nunca confió en sí mismo. Reconoció que la batalla no era contra carne y sangre, sino contra alguien que se había levantado en contra del Señor. Por eso proclamó con valentía que venía “en el nombre de Jehová de los ejércitos”. Y esa fue la clave de su victoria.
La vida de Josué y David nos enseñan que el valor no es ausencia de miedo, sino confiar en Dios en medio del peligro. Ambos demostraron que la fe verdadera impulsa a la obediencia y que la victoria viene del Señor. Así como Josué derrotó a Amalec y David venció a Goliat, nosotros también enfrentamos batallas en la vida: pruebas, tentaciones, dudas y ataques espirituales. Y al igual que ellos, podemos vencer si confiamos en Dios y dependemos de su fuerza.
En conclusión, un hombre sabio y sin temor es aquel que reconoce sus limitaciones, pero deposita toda su confianza en Dios. No se apoya en su propia prudencia, sino que se fortalece en el Señor. La valentía de Josué y la fe de David son recordatorios de que, con Dios de nuestro lado, ningún enemigo es demasiado grande y ninguna batalla está perdida. El secreto está en recordar que no peleamos solos: Jehová de los ejércitos va delante de nosotros y en Él siempre hay victoria.