Todo el que tiene una necesidad, recurre a buscar solución, sea enfermedad, en lo económico o en lo espiritual. Pero algo muy importante que pasa en la vida de esas personas es que, inmediatamente consiguen lo que querían, piensan que todo está bien y vuelven a la rutina como si nada hubiese pasado.
A veces las personas tienden a ser conformistas, ¿por qué? Si tienes una necesidad y lograste conseguir para cubrirla por el día de hoy, entonces te sentarás mañana a esperar que aparezca alguien que te ayude de nuevo. Esto no puede ser así. Lo recomendable es que busques la forma de cómo resolver ese inconveniente de raíz y no te sientes sólo a la espera de que alguien venga en tu ayuda. Esto pasa con muchas personas: viven el día a día, sin pensar en la importancia de acercarse a Dios con un corazón dispuesto a ser transformado y no solo a recibir un milagro momentáneo.
Debido a estos casos hablaremos sobre el milagro de Jesús con las cinco mil personas que comieron aquel día. Este acontecimiento es uno de los relatos más conocidos de los evangelios, no solo por el milagro en sí, sino porque nos enseña acerca de la compasión de Cristo, de la fe y de la verdadera motivación que debe movernos a seguirlo.
La Biblia dice que el Maestro partió del lugar donde estaba a un sitio desierto en una barca y de todas las ciudades le seguía una gran multitud. La gente había escuchado que Jesús saldría de allí hacia otro lugar, y al escuchar esto fueron a pie detrás de Él. Esto nos muestra que, cuando alguien tiene hambre de milagros o de enseñanza, es capaz de caminar largas distancias para encontrar aquello que busca.
Y saliendo Jesús, vio una gran multitud,
y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos.
Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo:
El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud,
para que vayan por las aldeas y compren de comer.Mateo 14:14-15
La multitud que lo siguió lo hizo porque querían lograr un objetivo, ¿pero cuál era ese objetivo? Algunos buscaban sanidad de sus enfermedades, otros iban porque solo querían ver qué hacía Jesús, muchos iban en búsqueda de alimento, algunos deseaban escuchar el sermón del Maestro, pero también había espectadores que solo buscaban ocasión para criticarlo. Y claro, había quienes sinceramente anhelaban salvación y vida eterna. Así sucede aún hoy: cada persona se acerca a Jesús con motivaciones distintas, pero solo quienes lo buscan de corazón son los que reciben la verdadera recompensa espiritual.
Cuando se acercaba la noche, los discípulos le sugirieron a Jesús que despidiera la multitud por lo tarde que era, para que fueran a las aldeas y compraran comida. Pero Jesús, conociendo la necesidad de la gente y teniendo compasión, respondió de manera sorprendente:
Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer.
Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.
Él les dijo: Traédmelos acá.Mateo 14:16-18
Cinco panes y dos peces eran muy poco para saciar a una multitud de más de cinco mil personas. Humanamente era imposible. Sin embargo, cuando los discípulos obedecieron y pusieron en las manos de Jesús lo poco que tenían, Él obró el milagro. Los discípulos quizás se preguntaron qué haría el Maestro con tan poco, pero para su sorpresa lo multiplicó y todos fueron saciados, incluso sobraron canastas llenas.
Esta historia nos enseña que, cuando ponemos en manos de Jesús lo poco que tenemos, Él es capaz de multiplicarlo para bendecir a muchos. No se trata de la cantidad, sino de la disposición y la fe. Jesús no pidió más de lo que tenían, simplemente les dijo: “Traédmelos acá”. De la misma manera, hoy nos pide que llevemos a Él nuestros recursos, nuestras cargas, nuestras debilidades y nuestra fe, aunque sea pequeña. Él es quien hace el milagro.
Cuando un día tomes la decisión de seguir a Jesús, no lo hagas solo por los milagros. Si estás enfermo, no pienses únicamente en sanar; si tienes necesidad económica, no lo busques solo por provisión. Procura salvar tu alma, que es más importante que la salud del cuerpo y que cualquier riqueza material. Dios es soberano, y Él hace como le place en nuestras vidas. Pero lo que siempre garantiza es la vida eterna para los que creen en su Hijo. El mayor milagro no fue la multiplicación de los panes y peces, sino que en Cristo tenemos salvación para siempre.