Cada uno dará cuenta a Dios

La Biblia nos habla de un día cuando todos compareceremos ante «el gran tribunal del trono blanco de Cristo». Un día donde toda rodilla se doblará y confesará que Cristo es el Señor. En aquel día no habrá grandes ni pequeños delante de Dios, ya que nada ni nadie se puede comparar con el resplandor de su luz y de su santidad.

Muchas personas hoy día dicen que nada de esto es real, que no existe ningún Dios, que solo existimos nosotros y ya, pero lo cierto es que un día todos estaremos frente a frente, cara a cara a Dios, para muchos será un día temible y para otros será un día grande.

La Biblia dice:

11 Porque escrito está:
Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla,
Y toda lengua confesará a Dios.

12 De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí.

13 Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano.

Romanos 14:11-13

Todos nosotros daremos cuenta de nosotros mismos un día delante del soberano Dios. Allí no habrán excusas, simplemente será el día más temible y maravilloso a la vez para toda la humanidad.

Damos gloria a Dios porque hemos sido alcanzados, pero a la vez pedimos por aquellos que aún no conocen a Dios, que se rehúsan a creer en Él. Pedimos que el misericordioso Dios los recoja y puedan reconocer que Cristo es el Señor.

Este pasaje nos recuerda que, aunque muchos niegan la existencia de un juicio final, la Palabra de Dios es clara: llegará un día en que la verdad se revelará plenamente. No se trata de un mito ni de un simple relato simbólico, sino de una realidad futura en la que cada ser humano deberá rendir cuentas. En ese momento no valdrán los títulos, las riquezas ni las excusas, porque delante de Dios todos seremos iguales.

Para quienes han puesto su fe en Cristo, ese día no será de terror sino de esperanza. Ellos verán cumplida la promesa de salvación, recibirán la corona de vida y serán justificados por la sangre del Cordero. Por otro lado, para quienes rechazaron el mensaje del evangelio, será un día de gran lamento, porque entenderán que desperdiciaron la oportunidad más valiosa de sus vidas: la salvación eterna.

El apóstol Pablo también nos exhorta a no juzgarnos los unos a los otros. Esta enseñanza es crucial, porque muchas veces los creyentes caen en la crítica y en señalar las faltas de los demás, olvidando que cada uno tiene que dar cuentas a Dios por su propia vida. En lugar de juzgar, debemos apoyarnos mutuamente en el camino de la fe y procurar no ser tropiezo para nuestro prójimo.

Pensar en el tribunal de Cristo nos debe llevar a vivir con más seriedad. Cada palabra que pronunciamos, cada acción que hacemos y hasta los pensamientos que cultivamos serán tomados en cuenta. Esto no significa vivir con miedo, sino con responsabilidad y reverencia hacia Dios, sabiendo que Él es justo y santo.

Además, este recordatorio debería impulsarnos a compartir el mensaje de salvación con aquellos que todavía no creen. Si realmente entendemos que un día todos comparecerán ante Dios, entonces no podemos quedarnos callados. Nuestro deber como cristianos es anunciar la buena noticia de que en Cristo hay perdón, gracia y vida eterna.

Imaginemos por un momento cómo será ese día. La Biblia nos dice que toda rodilla se doblará, lo que significa que no habrá nadie con poder suficiente para resistir la majestad de Dios. Ni los gobernantes, ni los ricos, ni los sabios de este mundo tendrán argumentos para excusarse. Toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor, incluso aquellas que durante la vida lo negaron o lo blasfemaron.

Este futuro inevitable nos invita a reflexionar en nuestro presente. ¿Estamos viviendo de acuerdo con la voluntad de Dios? ¿Estamos preparando nuestro corazón para aquel día? No se trata de vivir en angustia, sino de mantenernos firmes en la fe, confiando en que Cristo nos ha dado la victoria sobre la condenación.

En conclusión, el tribunal de Cristo será un día de revelación y justicia. Para unos significará gozo eterno, y para otros, tristeza y separación de Dios. Ahora es el tiempo de decidir dónde queremos estar. Hoy es el día de arrepentirse, de creer en el evangelio y de caminar en obediencia. Que cada uno de nosotros viva con la esperanza puesta en Cristo, sabiendo que en Él tenemos la seguridad de vida eterna.

El amor que excede a todo conocimiento
La porción de mi herencia