Confía en el Dios de nuestra salvación, porque si nuestra confianza está depositada en Él, entonces no tenemos de qué preocuparnos porque Él nos sostiene y nos guarda. La confianza en Dios no es un concepto abstracto, es una experiencia diaria que nos permite descansar aun en medio de la tormenta. Cuando entendemos que Él es nuestro Salvador, nuestra alma se llena de paz, porque sabemos que nuestra vida está en manos seguras y fieles.
Él es el Dios que cuando nos encontramos en dificultad, viene en nuestro socorro y nos ayuda. Por eso el salmista David siempre decía que Dios era su confianza y su esperanza. David mantenía su confianza puesta en las manos de Dios porque él sabía que solo podía confiar en Él, ya que el hombre falla, promete y no cumple, pero Dios es perfecto y fiel en todo lo que dice y promete. A lo largo de su vida, David vio una y otra vez la fidelidad de Dios: en los campos cuando cuidaba ovejas, en la batalla frente a Goliat, en la persecución bajo Saúl y en su reinado cuando enfrentó rebeliones y guerras. En todo momento la mano del Señor lo sostuvo.
Bendito el Señor; cada día nos colma de beneficios
El Dios de nuestra salvación.Salmos 68:19
¿Por qué no hemos de alabar al Señor, si Él siempre está presto a ayudarnos y salvarnos cuando andamos por valles de sombras? Aún cuando estamos por un derrisco, Él nos sostiene y abre nuestros ojos para que podamos ver y no caigamos en aquel lugar. La alabanza es la respuesta natural de un corazón agradecido que reconoce que cada día está lleno de beneficios divinos: la vida, la salud, la familia, la provisión y, sobre todo, la salvación. Alabar a Dios no es una opción cuando entendemos todo lo que Él hace, sino una consecuencia inevitable.
David en el Salmo 23 dice unas palabras muy alentadoras, diciendo que Jehová es su buen pastor y que nada le faltará. Pero todo lo que este hombre decía no era teoría, ni mentira, porque él hablaba desde su experiencia personal. Cada declaración de fe en sus salmos brotaba de momentos reales donde había visto a Dios obrar. No nos vayamos más lejos, recordemos cuando mató a Goliat en el nombre del Señor en aquel enfrentamiento en donde Dios le dio la victoria. Los demás veían a un gigante invencible, pero David veía a un Dios todopoderoso. Esa misma confianza debemos cultivar nosotros: mirar más allá de los problemas y fijar los ojos en el Dios que salva.
Por eso debemos dar gloria y honra al Todopoderoso por sus maravillas, porque Él es el Dios de nuestra salvación, refugio y castillo fuerte. No dudemos nunca que Él es nuestra salvación. Cuando el enemigo intente sembrar dudas en nuestro corazón, respondamos con la Palabra: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién temeré?” (Salmos 27:1). Esa convicción nos sostiene en medio de las tormentas y nos recuerda que no caminamos solos, sino bajo la sombra del Omnipotente.
Dios, nuestro Dios ha de salvarnos,
Y de Jehová el Señor es el librar de la muerte.Salmos 68:20
Si estamos debajo de sus alas ahí estaremos más que seguros, confiando en Él, creyendo en que Él nos librará de la muerte. Esta imagen de protección es poderosa: como un ave que cubre a sus polluelos con sus alas, así nos cubre el Señor. No se trata solo de protección física, sino también espiritual. Cristo venció a la muerte en la cruz y nos dio vida eterna; por eso, aun si nuestro cuerpo muere, nuestra alma vivirá segura en Él. Nuestra confianza no descansa en circunstancias favorables, sino en un Dios que tiene poder sobre la vida y la muerte.
Cuando salgamos para un lugar no nos preocupemos ni tengamos temor, porque Dios está con nosotros, y siempre lo estará. Cree en Él y no dudes que de Él viene nuestra salvación. La vida cristiana no es ausencia de problemas, sino presencia de Dios en cada paso. Él es quien nos acompaña en el camino, nos sostiene en la caída y nos levanta en la angustia. Por tanto, depositemos nuestras cargas sobre Él, confiemos en su gracia y vivamos cada día en gratitud. Si ponemos nuestra fe en el Dios de nuestra salvación, podremos decir con toda seguridad: “El Señor es mi ayuda, no temeré lo que me pueda hacer el hombre”.