Crucificado con Cristo

Todos hemos leído sobre la vida del apóstol Pablo, y sabemos que fue un gran perseguidor de la iglesia antes de conocer a Jesús. Pero luego del Señor aparecerse en la vida de Pablo, este fue cambiado totalmente, y se convirtió en el predicador más grande de la iglesia primitiva, y damos gloria a Dios por sus Escritos, que el Señor le inspiró para que hoy tengamos estas gloriosas cartas paulinas.

El apóstol era un hombre que se preocupaba mucho por la obra del Señor, era muy celoso con la casa de Dios, además de esto, Pablo tuvo que padecer mucho por la causa del evangelio, pero tenía esto como un privilegio de poder padecer por el nombre de Jesús. Pablo no tenía un evangelio superficial, él tenía un evangelio lleno de poder, el cual es el evangelio de nuestro amado Señor Jesucristo.

La transformación de Pablo es una de las pruebas más poderosas de que el evangelio es real. Un hombre que antes respiraba amenazas y muerte contra los cristianos, terminó siendo un defensor incansable de la fe que antes rechazaba. Esto nos recuerda que no importa cuán lejos alguien esté de Dios, Su gracia es capaz de alcanzarnos, transformarnos y hacernos nuevas criaturas en Cristo Jesús. Esa conversión radical también nos motiva a creer en el poder de la Palabra para cambiar vidas hoy en día.

El apóstol Pablo también nos enseña a través de sus escritos que seguir a Cristo implica sacrificios. Él soportó prisiones, azotes, hambre y persecuciones, pero nunca renegó de su fe. Al contrario, aprovechaba cada situación para predicar a Cristo, demostrando que el evangelio es mucho más que palabras, es vida y entrega. En sus cartas se percibe un hombre completamente rendido a la voluntad de Dios, cuyo gozo estaba en anunciar a Cristo, aún en medio de la adversidad.

Su ejemplo también nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vida cristiana. ¿Estamos dispuestos a vivir el evangelio más allá de la comodidad? ¿Podemos decir como Pablo que para nosotros el vivir es Cristo y el morir es ganancia? Estas preguntas nos llevan a entender que el evangelio no es un accesorio, sino el centro mismo de la vida del creyente. Pablo vivía con una pasión ardiente, y esa misma pasión es la que debe caracterizar a la iglesia de hoy.

Otro aspecto fundamental en los escritos paulinos es la doctrina de la gracia. Pablo fue un fuerte opositor de aquellos que querían imponer la ley como medio de salvación. En sus epístolas vemos su insistencia en que la salvación es por fe y no por obras. Esto era vital para las iglesias que estaban siendo confundidas por doctrinas legalistas. Pablo no toleraba que se añadiera nada al sacrificio perfecto de Cristo, porque entendía que hacerlo era despreciar la cruz y la gracia del Señor.

Hoy en día este mensaje sigue siendo relevante. A menudo se quiere mezclar el evangelio con tradiciones humanas, con normas inventadas que pretenden medir la espiritualidad de las personas. Sin embargo, el evangelio de Cristo es suficiente. No se trata de reglas externas, sino de una transformación interna producida por el Espíritu Santo. La gracia nos libera del peso de la ley y nos da la verdadera libertad en Cristo, para vivir una vida santa por amor y no por imposición.

Pablo escribió a los Gálatas:

20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

21 No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo.

Gálatas 2:20-21

Pablo estaba muy consciente de que su vida ahora pertenecía a Cristo, de que ya no podía caminar por sí mismo, sino que estaba crucificado juntamente con Cristo, siendo partícipe del dolor, de la persecución, de ser apedreado y aborrecido por el mundo. Y él daba gloria a Dios por esto, sabiendo que Dios lo amó de tal manera que entregó a su único Hijo por amor para salvarnos del infierno y del pecado.

Hemos sido salvos por gracia, y no podemos añadir nada más, no podemos vivir añadiendo normas inventadas por hombres. El evangelio es suficiente hermanos, y Pablo siempre sostuvo esa lucha con hermanos judaizantes que querían vivir un evangelio entre la ley y la gracia. Somos salvos por gracia, por el amor de Cristo derramado hacia nosotros.

En conclusión, el testimonio de Pablo nos recuerda que el evangelio es poder de Dios para salvación y que no hay nada más grande que vivir para Cristo. Su vida fue un reflejo de lo que significa morir a uno mismo y dejar que Cristo viva en nosotros. Hoy también se nos llama a abrazar esta verdad, a vivir por la fe y a descansar en la gracia de Dios, sabiendo que en Cristo tenemos todo lo que necesitamos para caminar en victoria.

Jesús vino a sacarte de las tinieblas
Dichoso aquel que confía en Dios