Creer en Dios no es simplemente decirlo de la boca hacia fuera, sino demostrar con nuestro corazón que en realidad creemos en Él, y en que todo será posible si creemos confiadamente en Dios.
Muchas personas dicen «yo creo» y «todo será posible», pero cuando llegan problemas y dificultades a su vida, esa misma persona que decía «yo creo» aparece con dudas. Y es como dije anteriormente, no es simplemente decirlo de la boca hacia fuera, sino actuando con nuestros hechos teniendo fe en que Dios lo hará.
Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.
Marcos 9:23
En la trayectoria de Jesús dando sus sermones, venían gentes de todas partes, unos eran ciegos, otros mudos, endemoniados, leprosos, etc. Estas personas seguían al maestro porque ellos sabían que tenían una esperanza de ser sanados por Jesús, y es por eso que recibían sus milagros por tener fe en el Señor, había muchos que en realidad solo querían el milagro, pero no al que hacía los milagros.
Jesús habla a sus discípulos diciéndole que todo será posible, sabemos que los discípulos aun estando en frente del Todopoderoso dudaban, aún cuando resucitó no creían, pero no solo ellos dudaban del Señor, sino que en este tiempo pasa lo mismo con las personas, unas creen y otras no.
Recordemos que para Dios nada es imposible, a veces le pedimos a Dios, pero ¿cómo lo hacemos? ¿estamos acaso creyendo cuando pedimos? Porque no solo es pedir. Es creer en Aquel que todo lo puede y que si lo hacemos del corazón todo será posible.
E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo:
Creo; ayuda mi incredulidad.
Marcos 9:24
Cuando Jesús llegó donde estaba el endemoniado, le dijo al padre del muchacho: «Si crees todo será posible», porque «al que cree todo le será posible», y el joven fue libre. El padre del joven dijo una palabra clave: «Creo». Este hombre creyó y así fue, su hijo fue curado de aquello que le atormentaba.
Cree en el Señor, y Él va a traer liberación a tu vida, paz, amor, curará tus heridas, cuando estés afligido él te dará palabras de aliento, y será tu sustento.
Creer no es un asunto de emoción pasajera ni de costumbre religiosa, es una decisión que involucra entrega y confianza. El padre del muchacho que clamó a Jesús reconoció su fe, pero también su debilidad al decir: «Creo; ayuda mi incredulidad». Esto nos enseña que la verdadera fe reconoce la necesidad constante de Dios, pues sin Él nada podemos hacer. La fe sincera no se basa en lo que vemos, sino en lo que esperamos con certeza en la fidelidad de Dios.
Muchas veces nuestra vida diaria está llena de incertidumbres: problemas financieros, enfermedades, conflictos familiares o dudas internas. Sin embargo, cuando dejamos que la fe guíe nuestro caminar, aprendemos que Dios tiene el control de todas las cosas. Él no promete que no habrá dificultades, pero sí asegura su presencia en medio de ellas, fortaleciendo nuestra esperanza y dándonos un futuro lleno de paz.
El apóstol Pablo escribió que «andamos por fe y no por vista», y este principio nos invita a confiar incluso cuando las circunstancias parecen contrarias. Así como los enfermos y afligidos buscaban a Jesús porque sabían que Él era su única esperanza, nosotros hoy debemos acercarnos con la misma convicción de que Él tiene poder para obrar en nuestras vidas.
Es importante también comprender que la fe no se limita a recibir milagros materiales o físicos. Creer en Dios va más allá: significa confiar en su plan perfecto, aunque no siempre coincida con nuestros deseos. A veces pedimos sanidad, y lo que recibimos es fortaleza para soportar; pedimos abundancia, y Dios nos da contentamiento en lo poco; pedimos puertas abiertas, y Él nos enseña a esperar su tiempo. Todo esto también es parte del obrar de Dios en respuesta a la fe.
La Biblia nos recuerda que «sin fe es imposible agradar a Dios», y esto nos muestra que la fe es el puente que conecta nuestra vida con las promesas divinas. Por eso, creer en Dios debe ser un estilo de vida constante: creer cuando oramos, cuando trabajamos, cuando servimos y aún cuando no entendemos el porqué de nuestras pruebas.
En conclusión, el llamado de Jesús sigue siendo el mismo hoy: «al que cree todo le es posible». Esa promesa no ha perdido vigencia, sino que continúa siendo una verdad eterna. Creer en Dios no es un acto aislado, sino un compromiso diario de fe y confianza. Si ponemos nuestra vida en sus manos, descubriremos que, aun en medio de la incertidumbre, Él siempre tiene la última palabra y su voluntad es buena, agradable y perfecta.