Pide y recibirás

Damos gloria a Dios por el libre acceso que tenemos ante Dios, puesto como ya sabemos, luego de Adán haber desobedecido la ley divina, el mundo entero cayó bajo la maldición del pecado y eso hizo que nosotros tengamos una caída total y estemos lejos de Dios. Y gloria damos a Dios nuevamente, por su Hijo, puesto que Él murió por nosotros en la cruz y eso nos hace gratos ante Dios y podemos buscarle cada momento, cada segundo, sin hacer sacrificios de animales, entre muchos otros cultos que hacía el pueblo de Israel.

Este acceso directo al trono de la gracia es un privilegio inmenso que a veces no valoramos como deberíamos. En el Antiguo Testamento el pueblo dependía de sacerdotes, ritos y sacrificios para acercarse a Dios. Pero ahora, gracias al sacrificio perfecto de Cristo, cada creyente puede acercarse sin temor, con plena seguridad de ser escuchado. Esto no solo nos da paz, sino también confianza de que Dios nos ve como hijos amados y no como extraños.

La Biblia dice:

7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

8 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

Mateo 7:7-8

Estos versos son una gran muestra del amor que tiene el Padre hacia nosotros, que siendo malos y separados de Dios por el pecado de Adán, ahora Él nos recoge en sus brazos, nos escucha, podemos ir hacia Él, podemos tocar la puerta y Él no tarda en abrirla, podemos llamarlo sin tener que hacer una cita, Él siempre está ahí para ayudarnos y protegernos en cada momento, y gracias damos a Dios por ese amor tan maravilloso que tiene hacia nosotros.

Además, este pasaje nos recuerda que la oración es el medio por el cual nos relacionamos con el Padre. Jesús mismo nos enseñó que pedir no es un acto de desesperación, sino de fe. Cuando oramos, reconocemos que dependemos de Dios y no de nuestras fuerzas. Buscar significa perseverar, no rendirse, seguir confiando aun cuando no vemos resultados inmediatos. Y llamar es insistir, tener la certeza de que al otro lado de la puerta hay un Padre amoroso que responderá en el momento adecuado.

En la vida diaria muchas veces enfrentamos situaciones que parecen cerrarnos todas las puertas: problemas económicos, enfermedades, conflictos familiares o sentimientos de soledad. Sin embargo, este pasaje nos asegura que hay una puerta que siempre está abierta: la del cielo. Nuestro Dios no está ocupado para ignorarnos, Él nunca se esconde ni se cansa de escucharnos. Esta verdad debe darnos esperanza para vivir con confianza, sabiendo que aunque el mundo nos dé la espalda, Dios jamás nos dejará.

En último lugar amigos, algo muy importante que también debemos comprender sobre esto es que así como Dios nos ama y nos escucha nosotros siendo malos y personas caídas por naturaleza, de la misma manera nosotros tenemos que amar a aquellas personas que sentimos que no se lo merecen.

Perdonar y amar a quienes nos ofenden es uno de los mayores retos de la vida cristiana. Pero es precisamente en ese acto de amar a los difíciles donde demostramos que el amor de Dios vive en nosotros. Si Él nos escuchó aun cuando éramos pecadores, nosotros también debemos abrir nuestros corazones a quienes nos han fallado. Esta práctica no solo trae paz a nuestra vida, sino que también refleja a Cristo ante los demás.

Dios está con nosotros y siempre está presto para sus hijos. Nunca te olvides del gran amor que ha tenido el Padre por sus criaturas.

En conclusión, el acceso que tenemos a Dios gracias a Jesucristo es un regalo incalculable. No tenemos que vivir en temor ni sentirnos indignos, porque su sangre nos abrió el camino. Cada vez que oramos, confiamos y buscamos su rostro, estamos experimentando el cumplimiento de esta promesa de Mateo 7:7-8. Y así como recibimos su amor y gracia, estamos llamados a compartirlo con los demás. Que nunca olvidemos que somos hijos con libre entrada a la presencia del Rey de reyes.

Responde mi oración Señor
Jesús, la resurrección y la vida