Oh, Señor cuán grande es tu nombre, Tú que eres dador de la vida, te doy gracias por lo grande y bondadoso que has sido con todos tus hijos. Gracias porque a pesar de las pruebas, tu misericordia se ha mantenido a nuestro alrededor.
Señor Tú eres mi ayudador, el que me guarda y me sustenta en todo momento, Oh Señor sin ti nada puedo hacer porque Tú eres el que me sustentas, cuando estoy en angustia Tú traes a mí consuelo.
Gracias Dios porque solo a ti puedo clamar, porque cuando clamo a ti siento un alivio en mi corazón, por eso toda mi confianza estará siempre depositada a ti, solo a ti entrego todo lo que soy, porque sé que Tú no me defraudarás.
Mi familia, mi casa, y todo lo que está a mi alrededor están en tus manos, yo te pido Señor que cuando me sienta que ya no tengo fuerzas tú me ayudes y no me dejes caer, sino que me des nuevas fuerzas para seguir hacia adelante.
Te pido Señor que escuches cada día mi oración, que me libres de todos los dardos que el enemigo lance contra mí, yo creo en ti, sé que Tú lo harás Señor porque Tú eres la roca fuerte, para ti nada es imposible.
Señor, delante de ti están todos mis deseos,
Y mi suspiro no te es oculto.
Salmos 38:9
Señor desde los cielos escuchas mi gemir, porque delante de ti nada escondo, porque todo lo ves desde lo más alto, ves cuando estoy angustiado, cuando me postro delante de ti, cuando no puedo más, Tú vienes en mi socorro y me ayudas a recobrar nuevas fuerzas. Por eso te doy gracias, porque siempre estás conmigo en los momentos malos y en los buenos. Gracias Señor por todo.
Cada oración que elevamos a Dios es una muestra de fe y dependencia, porque reconocemos que sin Él nada somos. El salmista decía que su suspiro no era oculto delante de Dios, lo que significa que incluso en los momentos de mayor silencio, el Señor puede percibir lo que hay en nuestro interior. Él conoce nuestros pensamientos, nuestros dolores y nuestras alegrías, por eso podemos acercarnos con confianza sabiendo que seremos escuchados.
Es en la oración donde encontramos paz, aun cuando las circunstancias parecen contrarias. Muchos hombres y mujeres de fe a lo largo de la historia han experimentado esa fortaleza que proviene de confiar en el Señor en medio de las pruebas. Así como David clamaba en su angustia, hoy también podemos clamar con la seguridad de que Dios no nos dejará solos. Aunque las lágrimas corran por nuestras mejillas, la mano del Señor nos levanta y nos da consuelo.
También debemos recordar que la gratitud abre las puertas de la bendición. Cuando reconocemos lo que Dios ha hecho y lo que sigue haciendo en nuestras vidas, nuestro corazón se llena de gozo y esperanza. Aun cuando no veamos las respuestas inmediatas, sabemos que Él sigue obrando a favor de sus hijos. La oración constante fortalece nuestra fe y nos ayuda a mantener la mirada en las promesas de Dios, quien nunca falla.
La vida cristiana no está exenta de dificultades, pero cada batalla nos acerca más a nuestro Padre celestial. Las pruebas son oportunidades para depender de su gracia y experimentar su poder. Cuando decimos “Oh Señor, tú eres mi ayudador”, estamos declarando que confiamos plenamente en Él y que ninguna circunstancia puede apartarnos de su amor. En esa confianza se encuentra la verdadera paz que el mundo no puede ofrecer.
Por último, debemos animarnos unos a otros a mantenernos firmes en la oración, pues es la llave que abre los cielos y trae fortaleza a nuestro espíritu. Que cada día podamos iniciar y terminar reconociendo que Dios es nuestro refugio, que Él es quien nos guarda y que siempre permanece fiel. Así como el salmista concluye dando gracias, también nosotros debemos vivir con gratitud, sabiendo que nuestro Señor nunca nos dejará.