Isaías 42:10-17 es una declaración de parte de Dios en contra de la idolatría del pueblo de Israel, pero a la vez también es una promesa de que Dios mantendrá en el camino a aquellos que confían en Él aun en medio de la oscuridad más densa.
El profeta Isaías escribió:
15 Convertiré en soledad montes y collados, haré secar toda su hierba; los ríos tornaré en islas, y secaré los estanques.
16 Y guiaré a los ciegos por camino que no sabían, les haré andar por sendas que no habían conocido; delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé.
Isaías 42:15-16
Dios siempre ha aborrecido la idolatría, y esto es obvio, puesto que Dios no comparte su gloria con nadie, y al parecer la idolatría era una de las debilidades del pueblo de Israel desde el principio. Recordemos cuando el pueblo de Israel salió de Egipto, que Moisés subió a hablar con Dios y mientras él llegaba, Israel erigió un becerro de oro. Luego de este fuerte suceso, aun así tal pueblo en varios escenarios de su existencia continuó haciendo lo mismo. Y aquí nos encontramos una vez más, en otro tiempo y otro escenario, y Dios aun tiene que seguir corrigiendo a este pueblo de sus malos actos.
Es muy cierto que Dios es muy misericordioso, pero también es cierto que Dios derrama su ira sobre los hijos de maldad (Romanos 1:8). En el versículo 15 de Isaías 42 Dios pronuncia juicio contra el pueblo de Israel, pero no solo pronuncia juicio sino que también da palabra de aliento para todas esas personas que confían en Él:
«Y guiaré a los ciegos por camino que no sabían, les haré andar por sendas que no habían conocido; delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé».
Isaías 42:16
Jesús nos ha prometido estar con nosotros hasta el fin, y esto conlleva a guardarnos del mal, librarnos de la tentación y hacernos caminar en lugares firmes. Dios siempre nos mantendrá en el camino, puesto que por nuestras propias fuerzas no podremos mantenernos en pie. Demos gloria a Dios por su amor y misericordia.
Este pasaje de Isaías no solo se aplica al Israel antiguo, sino que también tiene un eco profético en nuestras vidas. Muchas veces nos encontramos espiritualmente ciegos, sin saber hacia dónde caminar ni qué decisión tomar, pero Dios en su infinita bondad promete guiarnos por sendas nuevas y darnos dirección en medio de la confusión. Así como guió a su pueblo en el desierto con columna de nube de día y columna de fuego de noche, también hoy nos guía con su Palabra y su Espíritu Santo.
La idolatría que tanto daño hizo a Israel no solo consistía en imágenes de oro o plata, sino también en desviar su corazón hacia lo creado y olvidar al Creador. De igual manera, en la actualidad podemos caer en formas modernas de idolatría: el dinero, la fama, el trabajo excesivo, la tecnología o incluso las personas a quienes amamos. Isaías nos recuerda que cuando dejamos que algo ocupe el lugar de Dios en nuestras vidas, corremos el riesgo de apartarnos de la verdadera luz.
Sin embargo, la promesa sigue vigente: Dios convierte las tinieblas en luz. Esto significa que aun cuando hayamos errado, cuando nos sintamos perdidos o atrapados en la oscuridad de nuestros errores, el Señor puede transformar nuestra situación en claridad y esperanza. No es casualidad que Jesús mismo dijera: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). Él es el cumplimiento máximo de esta profecía.
El mensaje central es claro: Dios no desampara a los que en Él confían. Su fidelidad permanece para siempre, aunque el hombre falle una y otra vez. Isaías lo expresó de manera contundente, y siglos después el apóstol Pablo lo reafirmó al decir que nada podrá separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús. Esto nos invita a descansar en la seguridad de que aun en el valle más oscuro, su presencia nos acompañará.
En conclusión, Isaías 42:10-17 no es solamente un anuncio de juicio contra la idolatría, sino también un recordatorio de la gracia y fidelidad de Dios hacia su pueblo. Él nos invita a confiar, a dejar de lado aquello que compite con su gloria y a caminar por la senda de la fe. Aunque nuestras fuerzas sean limitadas, su poder nos sostiene. Recordemos siempre que no estamos solos: el Señor camina delante de nosotros, transformando las tinieblas en luz y lo escabroso en llanura.