La oración de fe

La Biblia nos habla mucho sobre la fe, incluso, vamos a encontrar citas muy importantes que nos dan a entender que debemos tener fe, puesto que sin fe es imposible agradar a Dios según nos describe el libro de los Romanos. Alrededor de la Biblia vamos a encontrar muchos personajes llenos de fe, y el mayor ejemplo que tenemos es Abraham, dice la Biblia que su fe le fue contada por justicia, y también dice que de este ya casi como muerto su descendencia fue como las estrellas del cielo. Amigos, la fe es un requisito legal de un cristiano y nunca podemos perderla.El apóstol Santiago también nos escribió algo muy importante sobre la fe:

13 ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas.

14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.

15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.

Santiago 5: 13-15

El capítulo cinco del libro de Santiago nos da una serie de recomendaciones como cristianos que somos, y algunas de ellas son estas, que cuando nos acercamos a Dios debemos tener fe. No importa la enfermedad, el proceso tan grande por el que estemos pasando, que estemos tristes, con hambre o cualquier cosa que estemos experimentamos, si oramos en la voluntad de Dios, Él hará según su santa voluntad.

Muchos veces cuando nos vemos envueltos en tantos problemas nos vamos por el camino que creemos que es más fácil; recurrimos a otros brazos, cuando se supone que ese es el momento preciso para descansar en los brazos del Maestro.

Recordemos que nuestro Señor Jesús dijo: «Venid a mi todos los que estén cansados y cargados que yo les haré descansar». Confiemos en Dios, no hay nadie más en quien confiar como nuestro Maestro. Acércate a Él, toca la puerta y Él te abrirá, clama a Él y te responderá.

La fe es como un motor que impulsa al creyente en medio de las tormentas de la vida. Sin fe, cualquier dificultad parece imposible de superar, pero con fe en Cristo podemos levantarnos aun en las peores circunstancias. A lo largo de la historia bíblica observamos que los hombres y mujeres de Dios alcanzaron victorias extraordinarias porque confiaron en Él y no en sus propias fuerzas. Esto nos recuerda que la fe no es simplemente un sentimiento, sino una convicción profunda de que el Señor cumple lo que promete.

Cuando Abraham creyó en las promesas de Dios, no tenía evidencia física de que su descendencia sería tan numerosa. Sin embargo, su confianza plena fue el fundamento de la bendición. De igual forma, hoy somos llamados a creer en lo que no vemos, porque la fe es precisamente eso: confiar en la palabra de Dios aún sin tener pruebas visibles. Esto nos enseña a esperar con paciencia, sabiendo que en el tiempo de Dios todo será cumplido.

Santiago nos muestra que la fe no solo se expresa en palabras, sino también en acciones concretas. La oración del justo hecha con fe tiene un gran poder, porque abre las puertas de la misericordia divina. Orar con fe no significa exigir a Dios, sino depositar en Él toda nuestra confianza y aceptar su soberana voluntad. Así como la fe salvó al enfermo en tiempos bíblicos, también hoy puede traer paz, fortaleza y sanidad a quienes confían en el Señor.

En los momentos de aflicción, la fe nos enseña a doblar rodillas y clamar. En los momentos de alegría, nos recuerda levantar cánticos de gratitud. En la enfermedad, nos motiva a buscar el respaldo de la iglesia y la unción que proviene del Espíritu Santo. En cada etapa de la vida, la fe se convierte en la llave que nos acerca al corazón de Dios.

Es importante comprender que la fe no significa ausencia de pruebas o dificultades. Al contrario, muchas veces nuestra fe es probada como el oro en el fuego. Sin embargo, esas pruebas no son para destruirnos, sino para purificarnos y acercarnos más al Señor. El creyente que persevera en la fe recibe nuevas fuerzas y aprende a depender únicamente del poder de Dios.

Por eso, no debemos permitir que las dudas o los temores nos roben la fe. En cada situación que enfrentemos, Dios nos invita a confiar plenamente en Él, porque su palabra es verdadera y sus promesas nunca fallan. Con fe, podemos vivir seguros de que aunque la vida nos presente desafíos, tenemos a un Dios fiel que sostiene nuestras vidas en sus manos.

Conclusión: La fe es un regalo invaluable que debemos cultivar cada día. Ella nos acerca a Dios, nos da esperanza y nos fortalece en medio de la adversidad. Sin fe es imposible agradar a Dios, pero con fe podemos ver milagros, experimentar consuelo y caminar con seguridad hacia las promesas eternas. Vivamos entonces con una fe firme, confiando en que Dios nunca falla y siempre cumple su palabra.

Una oración de consuelo
¡Este es nuestro Dios!