¿Quién es Dios? Posiblemente esta sea una de las preguntas que más deberíamos tener presente en cada uno de nosotros, porque cuando sabemos quién es Dios, entonces podemos servirle bien reconociendo cada uno de sus atributos. Cuando estamos en pruebas y aflicciones podemos reconocer a través de todas las Escrituras que Dios ha mostrado su bondad y su amor para librar a su pueblo y es por ello es bueno que conozcamos a nuestro Dios.
Hablar de Dios no es algo ligero ni superficial, ya que estamos refiriéndonos al Creador de todas las cosas, al que formó los cielos, la tierra y todo lo que en ellos habita. Conocer a Dios nos da seguridad, porque comprendemos que no estamos solos en medio de las dificultades, sino que tenemos a un Padre eterno que sostiene nuestra vida con su poder y su amor. Una de las más grandes bendiciones que un creyente puede tener es vivir con la convicción de que Dios es real, cercano y que actúa constantemente a favor de los que en Él confían.
En el capítulo 25 del libro de Isaías encontramos un salmo de agradecimiento por Dios haberlos librado de sus enemigos y a la vez una promesa de parte de Dios para su pueblo:
8 Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho.
9 Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación.
Isaías 25: 8-9
Este pasaje nos recuerda que Dios no es indiferente al dolor humano. Él promete enjugar las lágrimas de su pueblo, mostrando así su cercanía y compasión. El hecho de que Dios mismo sea quien limpie las lágrimas de nuestros rostros nos habla de una relación íntima, paternal y llena de ternura. El Señor no solo libra a su pueblo de enemigos visibles, sino también de la mayor de las amenazas: la muerte.
El versículo 8 es muy parecido a una promesa que Dios da a su pueblo en el libro de Apocalipsis:
El enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado.
Apocalipsis 21:4
Estas palabras encierran una esperanza gloriosa: un día la muerte dejará de existir y el sufrimiento será historia. La Biblia conecta constantemente el Antiguo y el Nuevo Testamento, confirmando que Dios siempre ha tenido un plan de redención perfecto. El mismo Dios que libró a Israel de sus adversarios es el que promete a toda la humanidad que llegará un tiempo en el que el dolor ya no será parte de nuestra existencia. Ese día, todo aquello que hoy nos causa angustia será quitado, porque la victoria de Cristo es total y definitiva.
Dios siempre ha querido el bien de su pueblo, y es por ello que a través de todas las Escrituras encontraremos promesas de parte de Dios de como Él libra su pueblo, de como promete librarnos, incluso, no solo ha prometido al pueblo de Israel que ya no sufrirá más muerte, sino a todo su pueblo, que llegará un día como lo detalla el apóstol Pablo, que este cuerpo corruptible se convertirá en uno incorruptible, y es por eso que Pablo hablando del sacrificio de Cristo dice:
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?
1 Corintios 15:55
Estas palabras reflejan el triunfo de la cruz. Cristo venció a la muerte y su resurrección nos asegura que también nosotros viviremos eternamente con Él. El cristiano no teme al sepulcro, porque su esperanza no está en esta vida pasajera, sino en la vida eterna que Dios ha prometido. Esa seguridad nos permite enfrentar pruebas y sufrimientos con la confianza de que lo mejor siempre está por venir en la presencia del Señor.
¿Sabes cuál es nuestra salvación? Cristo es nuestro salvador, nuestro redentor, a través de su muerte en la cruz nos ha dado libertad, salvación y vida eterna. Dios ha sido tan misericordioso con nosotros, que sin merecer en lo más mínimo su amor indescriptible, nos ha amado con un amor que sobrepasa todo entendimiento. ¡Gloria a Dios por esto!
Al reflexionar en estas verdades, comprendemos que nuestra vida tiene un propósito mucho más grande que los problemas diarios. El amor de Dios nos sostiene, su misericordia nos acompaña y su promesa de vida eterna nos impulsa a seguir firmes en la fe. Por eso, cada vez que pensemos en quién es Dios, recordemos que es nuestro Creador, nuestro Padre, nuestro Salvador y nuestro amigo fiel.
En conclusión, conocer a Dios es conocer la verdadera vida. Él es el principio y el fin, el que nos ama sin medida y el que ha preparado un lugar donde no habrá lágrimas, dolor ni muerte. Mientras caminamos en este mundo debemos aferrarnos a sus promesas, creyendo que lo que ha dicho se cumplirá, porque Dios no miente. Así podremos vivir con esperanza, gozo y confianza, sabiendo que un día estaremos eternamente con Él, disfrutando de su gloria y de su amor perfecto.