Dios te ama

Dios nos ha amado todo el tiempo a pesar de las fallas que hemos tenido delante de Él, tanto así que si no nos hubiese amado no moriría por nosotros en la cruz del calvario por nuestros pecados.

El amor de Dios hacia nosotros es tan profundo que entregó a su único hijo por la humanidad, siendo maltratado por nosotros en la tierra durante su ministerio. La Biblia nos habla sobre estos hechos ocurridos durante los sermones de Cristo.

Muchos de los que andaban en la multitud, unos eran para escuchar la palabra de Dios y otros burladores de ella, otros buscaban sanidad, y estaban también allí los escribas y fariseos los cuales criticaban las enseñanzas del Señor.

Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros.

Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él.

1 Juan 4:16

En verdad el amor de Dios es visible para todos aquellos que quieren permanecer en Él, hoy en día muchos rechazan el llamado de Cristo en sus corazones, entonces, mi pregunta es ¿cómo ellos pueden decir que el Señor permanece en ellos cuando aún ellos no lo han recibido?

El libro de Juan nos da a entender que el amor de Dios permanece en aquel que también permanece en Cristo Jesús, porque todo aquel que ha conocido a Dios tiene amor y practica todo lo bueno, pero todo aquel que no tiene el amor verdadero de Cristo no le ha conocido.

En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros,

para que tengamos confianza en el día del juicio;

pues como él es, así somos nosotros en este mundo.

1 Juan 4:17

El amor de Dios nos da a entender que nuestra confianza debe estar puesta en las manos del Todopoderoso. Si su amor está dentro de nosotros, entonces podremos dar de este amor tan profundo a los demás y enseñar que solo uno puede dar de ese gran amor, y ese ser maravilloso se llama Dios.

El amor de Dios revelado en Cristo

Jesús es la máxima expresión del amor de Dios, pues vino a este mundo a enseñar, sanar y salvar. Durante su ministerio mostró compasión hacia los enfermos, los pobres y los marginados. No hizo acepción de personas, sino que reveló un amor puro, dispuesto a perdonar incluso a quienes lo ofendían. Este ejemplo nos enseña que el amor de Dios no se mide por lo que merecemos, sino por lo que Él es.

La cruz del Calvario se convierte en el mayor testimonio de ese amor, porque en ella Jesús cargó con nuestros pecados. Allí se cumplió el plan divino de redención, un sacrificio que nadie más podía realizar. Esto nos invita a reflexionar en lo inmenso que es el amor de Dios, pues Él no se quedó en palabras, sino que demostró con hechos su entrega por nosotros.

El desafío de permanecer en el amor de Dios

Permanecer en el amor de Dios no es un acto pasivo, requiere decisión y compromiso. Implica dejar de lado el egoísmo, el odio y la amargura, para dar paso a la misericordia, el perdón y la bondad. El apóstol Juan nos recuerda que quien ama ha conocido a Dios, y que el amor verdadero es la señal más clara de que Cristo vive en el corazón del creyente.

En el mundo actual, donde la violencia, el materialismo y la indiferencia parecen crecer, la manifestación del amor de Dios a través de sus hijos es una luz que brilla en medio de la oscuridad. Cada acto de bondad, cada palabra de aliento, cada gesto de servicio, es una manera de reflejar que permanecemos en ese amor divino.

Confianza en el día del juicio

El pasaje de 1 Juan 4:17 nos recuerda que el amor de Dios perfeccionado en nosotros nos da confianza. Esto significa que no vivimos bajo temor ni condenación, sino que descansamos en la seguridad de que Cristo nos ha redimido. En el día del juicio, esa confianza será nuestra fortaleza, porque sabremos que hemos sido lavados por la sangre del Cordero.

El amor nos libra del miedo, nos da paz en medio de la incertidumbre y nos anima a caminar en obediencia. Así como Jesús fue en este mundo, nosotros debemos procurar ser sus imitadores, reflejando su carácter en nuestras palabras y acciones.

Conclusión

El amor de Dios es la base de nuestra fe cristiana y el motor que impulsa nuestra relación con Él y con los demás. Desde la cruz hasta nuestros días, ese amor sigue transformando vidas, dando esperanza al abatido y fortaleza al cansado. No hay mayor privilegio que experimentar la presencia de Dios en nuestro corazón y poder compartir con otros la certeza de que Él nos ama incondicionalmente.

Que cada día podamos permanecer en ese amor, confiando en su gracia y extendiendo a otros la misericordia que hemos recibido. Solo así viviremos de acuerdo con el llamado de Cristo, mostrando al mundo que verdaderamente somos hijos del Dios que es amor.

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