El Señor es nuestro pastor y Él nos dará confianza para que no tengamos temor del mal. Él es nuestra fuerza, nuestro refugio seguro y quien nos sostiene en medio de las dificultades. Por esta razón, no debemos temer a nada, porque Dios está con nosotros en todo tiempo y en todo lugar, guardando nuestra vida con su mano poderosa. El temor muchas veces paraliza, pero la confianza en Dios nos impulsa a avanzar y a vivir bajo la certeza de que nada ocurre fuera de su voluntad.
Comerán del fruto de su camino,
Y serán hastiados de sus propios consejos.Proverbios 1:31
El sabio Salomón nos recuerda que las decisiones que tomamos siempre tendrán consecuencias. El hombre entendido escucha consejo, ve el mal y se aparta; pero el hombre necio, aunque ve el peligro de lejos, no actúa y permanece en su error. Entonces el mal lo alcanza y lo destruye, no porque Dios no haya dado advertencias, sino porque él confió en sí mismo y despreció la sabiduría que viene de lo alto. Este principio sigue siendo vigente: lo que sembramos, eso cosechamos.
Cuando confiamos en el Señor, recibimos valentía para enfrentar los retos de la vida. El miedo desaparece cuando sabemos que Él pelea nuestras batallas y que sus promesas son firmes. El hombre que deposita su confianza en Dios puede caminar con la frente en alto, no porque se crea fuerte en sí mismo, sino porque descansa en la fortaleza de Aquel que nunca falla. Como dice el salmista: “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré?”.
Porque el desvío de los ignorantes los matará,
Y la prosperidad de los necios los echará a perder;Proverbios 1:32
El hombre ignorante escucha consejo, pero no lo pone en práctica. Su corazón altivo lo lleva a pensar que no necesita de Dios ni de nadie. Esa actitud lo conduce a la ruina, porque no hay verdadera prosperidad sin la bendición de Dios. La prosperidad de los necios, aunque parezca abundante por un tiempo, finalmente los destruye, porque se edifica sobre la arena de su propio orgullo. Por eso la Escritura insiste en que temer a Dios es el principio de la sabiduría.
Necesitamos recordar que la necedad no se mide por el nivel de estudios o por el conocimiento humano, sino por la disposición del corazón. Un hombre puede tener grandes títulos, pero si no escucha la voz de Dios, se comporta como un necio. En cambio, alguien sencillo y humilde que atiende a la Palabra, será contado como sabio. El verdadero entendimiento viene de lo alto y se refleja en la obediencia diaria.
Mas el que me oyere, habitará confiadamente
Y vivirá tranquilo, sin temor del mal.Proverbios 1:33
Este versículo resume una promesa gloriosa: aquellos que escuchan la voz del Señor habitarán en paz y seguridad. El mundo ofrece una paz pasajera, condicionada a las circunstancias, pero Dios ofrece una paz verdadera, que sobrepasa todo entendimiento. Vivir confiado no significa que no habrá pruebas o dificultades, sino que en medio de ellas tendremos la certeza de que Dios es nuestro pastor y nada nos faltará.
Querido lector, esta enseñanza nos invita a examinar nuestra vida: ¿estamos escuchando el consejo de Dios o estamos caminando bajo nuestro propio entendimiento? La diferencia entre el sabio y el necio no está en lo que oyen, sino en lo que hacen con lo que oyen. El sabio obedece, el necio ignora. Si queremos vivir tranquilos y sin temor, necesitamos ser sensibles a la voz de Dios y obedientes a su dirección.
Hoy más que nunca, en un mundo lleno de incertidumbre, Dios nos llama a habitar bajo su consejo. Si oímos su voz, viviremos confiados, sin temor al mal, porque el Señor nos guarda como el buen pastor que vela por sus ovejas. Sigamos sus pasos y descansaremos en su cuidado eterno.