Clama a Él y Él responderá

Toda nuestra confianza debe estar depositada en las manos de nuestro amado Señor Jesucristo. Él es nuestro ayudador, el que fortalece y da aliento a nuestro ser. Solo en Él podemos poner todos nuestros planes y proyectos, porque únicamente Él conoce el camino perfecto y el futuro que nos conviene. Confiar en Cristo no significa únicamente orar o pedirle que bendiga lo que ya hemos decidido, sino rendirle el control de todo y permitir que sea su voluntad la que se cumpla en nuestras vidas.

Cuando estamos en problemas y dificultades, a Él clamamos y Él nos responde. El Señor siempre da lo que necesitamos, aunque no siempre en el momento que imaginamos. Muchas veces, su respuesta llega en el instante más inesperado, recordándonos que su tiempo es perfecto. Sin embargo, también la Escritura nos enseña que el hombre pide y no recibe porque pide con prisa o con motivos equivocados. Orar apresuradamente, sin discernir ni buscar su voluntad, nos lleva a la frustración, porque Dios no responde a caprichos, sino a clamores sinceros que se alinean con su propósito.

Así ha dicho Jehová, que hizo la tierra,
Jehová que la formó para afirmarla; Jehová es su nombre:

Jeremías 33:2

Este versículo nos recuerda la soberanía de Dios. El mismo que creó la tierra y la estableció, es quien sostiene nuestra vida y tiene la autoridad para decidir cuándo y cómo responder. No es un Dios débil al que debamos presionar, sino el Todopoderoso que obra con sabiduría eterna. Por eso, cuando pidamos, debemos hacerlo con fe, pero también con paciencia, entendiendo que su respuesta no llega cuando nosotros lo ordenamos, sino cuando Él ve que es necesario.

Una de las mayores tentaciones del ser humano es querer darle órdenes a Dios. A veces oramos como si estuviéramos dando instrucciones al cielo, olvidando que el Señor es quien gobierna sobre todo. Debemos aprender a orar como Jesús lo enseñó en Getsemaní: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”. Esa es la oración que agrada a Dios, la que muestra confianza y rendición total. Pidamos al Señor con humildad, reconociendo que su voluntad es mejor que nuestros planes.

Dios sabe lo que nos conviene y lo que no. Él conoce lo que está oculto a nuestros ojos. A veces pedimos cosas que parecen buenas, pero que a la larga nos pueden hacer daño, y en su amor de Padre Él decide no concederlas. Puede que sintamos que Dios nos dice “no”, pero ese “no” es en realidad una protección, una manera de evitar que algo nos destruya. Recordemos que Él es omnisciente: conoce el pasado, el presente y el futuro, y por eso su plan siempre es perfecto.

Clama a mí, y yo te responderé,
y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.

Jeremías 33:3

Este pasaje es una de las promesas más hermosas de la Palabra. Dios no solamente nos asegura que responderá a nuestro clamor, sino que también nos mostrará cosas que antes no entendíamos. A través de la oración, el Señor nos revela verdades espirituales, abre nuestro entendimiento y nos lleva a un nivel más profundo de comunión con Él. La respuesta de Dios no siempre es material o inmediata; muchas veces viene en forma de sabiduría, paz y dirección.

Querido lector, no dudes ni dejes de confiar en Dios. Aunque parezca que tu oración no tiene eco, aunque pienses que el cielo está cerrado, recuerda que el Señor está cerca de ti. Su oído está atento al clamor de los justos. Cada lágrima, cada palabra en secreto, cada suspiro, Él lo escucha. No te canses de clamar, porque en el tiempo oportuno verás la fidelidad de Dios manifestada en tu vida.

Hoy te animo a descansar en esta verdad: Dios siempre responde. Puede que diga “sí”, puede que diga “no”, o puede que diga “espera”, pero en cualquiera de los tres casos, su respuesta será lo mejor para ti. Aprende a confiar en su voluntad, porque su plan siempre será más grande y glorioso que el nuestro. Al final, descubrirás que todo lo que Dios hace es para bendición y para enseñarte cosas grandes y ocultas que jamás imaginaste.

Un gran galardón
Dios te oye