El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre

Debemos estar firmes buscando al Señor, porque todo lo que está a nuestro alrededor pasa, pero el que hace la voluntad de Dios permanecerá para siempre. Esta es una verdad que debemos grabar en nuestros corazones: lo terrenal tiene fecha de caducidad, pero lo espiritual permanece. El mundo nos ofrece brillo y aparente satisfacción, pero todo eso es pasajero. Solo lo que está cimentado en Cristo tiene valor eterno. Él nos ayudará a seguir firmes en su Palabra y a no dejarnos arrastrar por aquello que perece.

No améis al mundo,
ni las cosas que están en el mundo.
Si alguno ama al mundo,
el amor del Padre no está en él.
1 Juan 2:15

Cuando nos preocupamos excesivamente por lo material y por las cosas que el mundo valora como éxito o placer, nos desenfocamos de lo eterno. La Biblia es clara: si el mundo ocupa el primer lugar en nuestro corazón, el amor del Padre no puede estar en nosotros. No se trata de que las cosas materiales sean malas en sí mismas, sino de que no pueden convertirse en nuestro dios, porque todo lo material un día perecerá. Por eso, si permanecemos firmes en Cristo, aunque todo a nuestro alrededor se derrumbe, nosotros permaneceremos en el Señor.

No debemos amar al mundo ni lo que hay en él, porque cuando amamos al mundo y nos apartamos de Dios estamos, en la práctica, diciendo que lo terrenal es más importante que lo eterno. Esa es la trampa del enemigo: hacernos creer que el valor de nuestra vida depende de cuánto tenemos o de lo que podemos alcanzar humanamente. Sin embargo, la Escritura nos recuerda que nuestra verdadera riqueza está en Cristo Jesús.

Porque todo lo que hay en el mundo,
los deseos de la carne,
los deseos de los ojos,
y la vanagloria de la vida,
no proviene del Padre, sino del mundo.
1 Juan 2:16

El apóstol Juan nos advierte que hay tres grandes peligros que buscan atraparnos: los deseos de la carne, que son todas aquellas pasiones que nos alejan de la santidad; los deseos de los ojos, esa inclinación a codiciar lo que vemos aunque no nos pertenezca; y la vanagloria de la vida, el orgullo de creernos autosuficientes y vivir buscando reconocimiento. Todo esto, dice la Biblia, no proviene del Padre, sino del mundo, y por lo tanto, no tiene cabida en la vida de un hijo de Dios.

El enemigo utiliza estas distracciones para mantener a las personas lejos de la voluntad de Dios. Mientras el hombre hace su propia voluntad y vive persiguiendo lo que es pasajero, el amor de Dios no puede llenar su corazón. Es por esto que muchos viven con un vacío constante, tratando de llenar su vida con placeres, riquezas o poder, sin darse cuenta de que todo eso desaparece como humo.

La humanidad se ha desviado de los caminos del Señor, persiguiendo lo material y olvidando lo eterno. Pero Jesús nos recuerda que de nada sirve ganar el mundo entero si al final perdemos nuestra alma. Lo pasajero puede deslumbrar, pero nunca podrá darnos la paz verdadera ni la vida eterna. Esa solo se encuentra en Cristo.

Y el mundo pasa,
y sus deseos;
pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
1 Juan 2:17

Este versículo resume la enseñanza central: el mundo con todas sus glorias es temporal, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Permanecer en Cristo significa vivir en obediencia a Su Palabra, amándole con todo nuestro corazón y caminando en santidad. Esa permanencia no depende de nuestras fuerzas, sino de confiar en Él cada día.

Por eso, hermanos, no nos desviemos por las cosas que perecen. Apartemos nuestros ojos de la vanidad y fijemos nuestra mirada en el Autor y Consumador de nuestra fe, Jesucristo. Dios es fiel, Su Palabra es eterna y Su amor no cambia. Sigamos buscando al Señor cada día, confiando en que Él nos sostendrá y nos dará la fortaleza para permanecer firmes hasta el final. Que nuestra meta no sea acumular lo que el mundo ofrece, sino vivir para la gloria de Aquel que nos ha prometido vida eterna. ¡El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre!

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