Cielos nuevos y tierra nueva

Cada día de nuestras vidas debemos esperar lo prometido de parte de Dios, confiando plenamente en que lo que Él ha dicho se cumplirá. Esta esperanza no se basa en simples deseos humanos ni en optimismo vacío, sino en la fidelidad de un Dios que no miente y que cumple lo que promete por encima de cualquier circunstancia o adversidad. Aunque muchas veces enfrentamos pruebas, dificultades y oposición, sabemos que nada podrá impedir que se cumpla el plan perfecto de Dios para su pueblo. Su Palabra nos recuerda que todas sus promesas son en Él sí y en Él amén.

Pero nosotros esperamos,

según sus promesas,
cielos nuevos y tierra nueva,
en los cuales mora la justicia.

2 Pedro 3:13

Pedro nos recuerda que los cristianos no vivimos solo para lo terrenal, sino que esperamos una realidad mucho mayor: cielos nuevos y tierra nueva, donde la justicia de Dios reinará por siempre. Esta esperanza debe sostenernos en medio de la incertidumbre, porque sabemos que lo presente es pasajero, pero lo eterno permanece. Aquellos que confían en las promesas del Señor pueden enfrentar cualquier adversidad con la certeza de que lo mejor aún está por venir.

Así como los primeros cristianos esperaron en las promesas divinas, siendo fieles hasta la muerte y resistiendo persecuciones, nosotros también debemos mantenernos firmes. Ellos vivían orando al Señor para recibir fortaleza en medio de las pruebas, y esa misma oración ferviente es la que necesitamos hoy. Dios no nos ha dejado solos: el Espíritu Santo nos acompaña, fortalece y guía para que podamos perseverar hasta el fin.

Por lo cual, oh amados,

estando en espera de estas cosas,
procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz.

2 Pedro 3:14

Pedro exhorta a los creyentes a vivir con diligencia, procurando ser hallados sin mancha e irreprensibles. Esto significa que la esperanza en las promesas de Dios no debe llevarnos a la pasividad, sino a una vida de santidad y obediencia. La fe verdadera se evidencia en el estilo de vida, en la búsqueda de la paz y en el deseo sincero de agradar a Dios. Si esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, nuestra manera de vivir aquí debe reflejar esa esperanza.

Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación;

como también nuestro amado hermano Pablo,
según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito,

2 Pedro 3:15

Pedro nos recuerda que la paciencia del Señor es para salvación. Muchas veces pensamos que la promesa se retrasa, pero la aparente tardanza es, en realidad, una muestra de la misericordia de Dios, que no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. El tiempo que aún tenemos es una oportunidad para reconciliarnos con Dios, crecer en la fe y anunciar el evangelio a los que aún no conocen a Cristo. Pablo, en sus cartas, también hizo eco de esta verdad, mostrando que la espera no es pérdida, sino una oportunidad para ver la gracia de Dios en acción.

casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas;
entre las cuales hay algunas difíciles de entender,
las cuales los indoctos e inconstantes tuercen,
como también las otras Escrituras, para su propia perdición.

2 Pedro 3:16

Pedro advierte que hay quienes tuercen las Escrituras para su propia perdición. Por eso debemos ser cuidadosos y firmes en la verdad de la Palabra, sin dejarnos engañar por falsas doctrinas. La Biblia es clara en cuanto a las promesas de Dios: habrá cielos nuevos y tierra nueva, donde no habrá más dolor ni llanto, porque el Señor mismo enjugará toda lágrima de los ojos de su pueblo. Esta esperanza es real, no es un mito ni una ilusión, y debe animarnos a perseverar hasta el fin.

Queridos hermanos, mantengamos firme esta esperanza gloriosa. Jesús prometió un lugar donde ya no habrá hambre, ni tristeza, ni enfermedad, ni dolor. Él será nuestro Pastor y moraremos con Él por los siglos de los siglos. Que nuestras vidas reflejen la fe en esta promesa, viviendo en santidad y confiando en que lo que Dios dijo se cumplirá. La esperanza cristiana no defrauda, porque está cimentada en la fidelidad del Dios eterno.

No os gloriéis del día de mañana
Bienaventurados los que guardan mis caminos