¿De qué sirve ganar todo el mundo si pierdes tu alma?

Nos enfocamos en tenerlo todo excepto la salvación, ya que las personas solo piensan en ganar todo lo que existe en este mundo, cada día que pasa vemos cómo las cosas cambian, la ciencia cada día que pasa sigue avanzando. El mundo ofrece constantemente nuevos logros, innovaciones y oportunidades de éxito, pero a pesar de todos esos avances, el hombre sigue con el mismo vacío en el corazón que ninguna cosa material puede llenar. La sociedad moderna empuja a las personas a correr tras la fama, el dinero y la comodidad, pero muy pocos se detienen a pensar en el valor eterno de sus almas.

Porque ¿qué aprovechará al hombre,

si ganare todo el mundo,

y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

Mateo 16:26

Jesús mismo dejó claro que la vida humana no puede medirse por lo que poseemos. De nada sirve alcanzar todas las metas terrenales si al final del camino nuestra alma se pierde. Lo material es pasajero: la riqueza, la salud, la fama y los logros académicos o profesionales son cosas que un día dejarán de existir. Sin embargo, el alma es eterna y su destino depende de nuestra relación con Dios. Por eso, la prioridad de cada ser humano debería ser asegurarse de tener la salvación en Cristo antes que cualquier otra meta.

Por eso es de mayor importancia que sepamos que todo lo que vemos a nuestro alrededor pasará, pero hay algo que nunca pasará y esto es la Palabra de Dios, y todos los que estamos en el camino de Dios seremos guardados. La Biblia enseña que la tierra y los cielos pasarán, pero la Palabra del Señor permanece para siempre. Ese es el fundamento seguro para nuestras vidas. Cuando todo lo demás se tambalea, lo único firme es la promesa eterna de Dios. La fe verdadera descansa en esa seguridad: que el Señor no cambia y que su Palabra no caduca.

Todo aquel que cree en las promesas que el Señor ha hecho a cada uno de sus hijos la recibirá cuando menos la espere, esta es la fe de todo aquel que cree en el Dios Todopoderoso. La fe no se trata solo de creer en lo visible, sino de confiar en lo invisible, en lo que Dios ha prometido aunque todavía no lo veamos cumplido. Esa esperanza nos sostiene en medio de pruebas, y nos recuerda que Dios no se olvida de sus hijos. Aunque las promesas tarden, llegarán en el tiempo perfecto del Señor.

Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles,

y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.

Mateo 16:27

Un día, todo aquel que guardó la Palabra de Dios recibirá su galardón porque, como el Padre ha prometido, así mismo lo cumplirá, porque Él es Dios y no miente, Él es un Dios que siempre está pendiente de todo aquel que guarda Su Palabra. Esta esperanza debe llenarnos de gozo, pero también de responsabilidad, porque cada decisión que tomamos hoy tendrá un peso eterno. Saber que Cristo volverá y que recompensará a cada uno conforme a sus obras nos anima a vivir en santidad y obediencia.

Debemos reconocer cada día nuestros errores delante del Señor y no tan solo reconocer, sino que debemos humillarnos, arrepentirnos, practicar la justicia, y seguir hacia adelante. El arrepentimiento genuino no se queda en palabras, sino que produce un cambio visible en la conducta. Cuando confesamos nuestros pecados y pedimos perdón a Dios, recibimos limpieza y fortaleza para no volver atrás. La vida cristiana es un proceso de transformación constante, en el cual dejamos atrás lo viejo y caminamos en novedad de vida.

De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí,

que no gustarán la muerte,

hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.

Mateo 16:28

Cada momento que pase tenemos que estar confiados y creyendo en la promesa que el Dios Todopoderoso ha prometido para todo aquel que permanece en Él, por eso Jesús decía estas palabras que son fieles y verdaderas. Los discípulos de Cristo vivieron con la expectativa de su venida, y nosotros también debemos vivir con esa misma esperanza. No sabemos el día ni la hora, pero sí sabemos que el Señor regresará con poder y gloria. Esa certeza debe moldear nuestra manera de vivir, haciéndonos vigilantes, perseverantes y agradecidos. Al final, lo único que tendrá verdadero valor será haber permanecido firmes en Cristo y haber guardado la fe hasta el final.

Amor fraternal y hospitalidad
Cómo crecer para salvación