Los juicios de Jehová son ineludibles

Dios es un Dios de amor, Él ha mostrado su eterno amor para con nosotros amándonos de tal manera que ha dado su Hijo en expiación por nuestros pecados, sin embargo, el que Dios sea un Dios de amor no quiere decir que no derrame su juicio sobre las naciones. En la Biblia tenemos muchos ejemplos de como los juicios de Dios cayeron sobre aquellas naciones que no guardaban su Palabra y el día de hoy no es la excepción, ya que Dios es el mismo de ayer, y no tiene sombra de variación.

Este es un tema que pocas veces se aborda con profundidad, pues el ser humano tiende a centrarse únicamente en el aspecto bondadoso y misericordioso de Dios. Sin embargo, cuando se estudia con detenimiento la Palabra, notamos que desde Génesis hasta Apocalipsis se repite un mismo patrón: el amor de Dios va acompañado de su justicia, y su justicia demanda juicio sobre el pecado. Así como Dios muestra compasión a los humildes de corazón, también manifiesta su severidad contra la desobediencia.

A las personas no les gusta escuchar esta parte de Dios, este atributo de juicio, incluso, muchas veces nosotros mismos como cristianos olvidamos esto y no debería ser así, ya que la Biblia nos habla una y otra vez sobre esto, y debemos hacerles entender a las personas que Dios aborrece el pecado y que sube su ira ante el mal.

El profeta Amós, por ejemplo, advirtió a Israel sobre las consecuencias de apartarse de los caminos del Señor. Estas palabras no solo fueron un mensaje para aquella nación, sino que sirven como una advertencia vigente para todos los pueblos que ignoran a Dios y caminan en desobediencia.

4 Y si fueren en cautiverio delante de sus enemigos, allí mandaré la espada, y los matará; y pondré sobre ellos mis ojos para mal, y no para bien.

5 El Señor, Jehová de los ejércitos, es el que toca la tierra, y se derretirá, y llorarán todos los que en ella moran; y crecerá toda como un río, y mermará luego como el río de Egipto.

6 El edificó en el cielo sus cámaras, y ha establecido su expansión sobre la tierra; él llama las aguas del mar, y sobre la faz de la tierra las derrama; Jehová es su nombre.

Amós 9:4-6

Nuestro Dios es gobernador no solo de los cielos sino también de la tierra, y hace como Él quiera. Es como dijo cierto predicador: «La tierra es el escenario de Dios, y en su escenario Él hace como le plazca.»

Cuando comprendemos esta verdad, nuestra perspectiva cambia. Entendemos que ningún acontecimiento de la historia es ajeno a la voluntad de Dios. Las grandes civilizaciones que se levantaron y luego cayeron, lo hicieron bajo la mirada de Aquel que controla el curso de los tiempos. Babilonia, Egipto, Asiria y tantas otras naciones experimentaron cómo la justicia divina se ejecutaba sin que nadie pudiera detenerla.

Debemos entender que Dios es omnipotente y poderoso, y sus pensamientos van más allá que los nuestros. Esto significa que, aunque muchas veces no comprendamos por qué ciertos juicios caen sobre pueblos o sobre individuos, podemos estar seguros de que la justicia divina es perfecta y que no hay error en sus decisiones.

Los juicios de Dios son ineludibles, es decir, nadie puede escapar a ellos. Todos aquellos juicios que Dios ha dicho a través de su Palabra se han de cumplir. Simplemente prediquemos a Cristo y oremos.

Aquí radica nuestra responsabilidad como creyentes: advertir al mundo del amor de Dios, pero también de su justicia. No podemos predicar un evangelio incompleto que solo muestre una parte de su carácter. El mensaje verdadero incluye esperanza y perdón, pero también exhortación y llamado al arrepentimiento. De nada sirve decir que Dios ama, si olvidamos recordar que Él también disciplina a sus hijos y corrige al mundo por sus pecados.

Hoy en día vemos cómo muchas sociedades han dado la espalda a Dios, promoviendo valores contrarios a su Palabra. Sin embargo, la Biblia nos recuerda que cada acción tiene consecuencias, y que llegará un día en que todos daremos cuentas delante del trono de Cristo. Esto nos motiva a vivir en santidad, a caminar en obediencia y a depender cada día de la gracia divina.

En conclusión, Dios es amor y su misericordia es infinita, pero también es justo y juez de toda la tierra. Sus juicios no son para destruir al hombre sin propósito, sino para llevarlo al arrepentimiento y mostrarle la necesidad de un Salvador. Recordemos que en Jesucristo encontramos tanto la gracia que perdona como la justicia que redime. Por eso, mientras aún haya oportunidad, busquemos a Dios con sinceridad, anunciemos su Palabra y confiemos en que su voluntad es perfecta.

La santa cena del Señor Jesucristo
El que ha nacido de Dios, no practica el pecado