Su Palabra debe estar siempre en nuestros corazones, ellas son verdad, nos ayudan a conocer más y más a Dios, nos permiten aprender y a entender lo que Dios nos quiere decir a través de su Palabra que son fieles y verdaderas y que todo lo que está allí escrito proviene de Él.
Dios quiere que cada día aprendamos de su Santa Palabra, porque así enseñamos a las personas que aún no conocen de Dios ni de sus Palabras, por eso es importante que todas aquellas personas puedan también tener un encuentro con su Palabra.
Sécase la hierba,
marchítase la flor;
mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.
Isaías 40:8
Cada día que pasa debemos guardar sus Palabras, esto es para no pecar contra Él, como dice un artista cristiano en unas de sus canciones, dándonos a entender que todo nuestro talento tiene que estar en sus manos.
Este artista cristiano dice: «Tu palabra escondí guardada en mi corazón para yo no pecar contra ti», esto es una realidad. Cuando guardamos la palabra de Dios en nuestros corazones, eso nos evita pecar contra Él, y es debido a que su Palabra permanece en nosotros para siempre.
Súbete sobre un monte alto,
anunciadora de Sion; levanta fuertemente tu voz,
anunciadora de Jerusalén; levántala,
no temas; di a las ciudades de Judá: !!Ved aquí al Dios vuestro!
Isaías 40:9
Ciertamente todas aquellas personas que guardaban la Palabra del Dios poderoso eran bendecidas por Dios, aunque ellos no eran tan fieles delante de Dios, Él les daba todo lo que ellos necesitaban, y hacía misericordia con todas aquellas personas que le eran fiel en lo poco, pero recordemos que dice su Palabra que si en lo poco me fuiste fiel en lo mucho te pondré.
He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder,
y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él,
y su paga delante de su rostro.
Isaías 40:10
El Señor recompensará a todo aquel que ha guardado su Palabra, y a todos aquellos que le han sido fiel en todo lo que Dios les ha mandado.
Cuando meditamos en la Palabra de Dios, encontramos dirección y consuelo en medio de cualquier circunstancia. No se trata solo de leer un texto antiguo, sino de entender que esas palabras siguen vivas hoy. La Biblia es una guía eterna que nos instruye en justicia, corrige nuestro caminar y nos fortalece en la fe. Por ello, al abrirla cada día, debemos hacerlo con un corazón dispuesto a recibir lo que Dios quiere enseñarnos.
Además, guardar la Palabra en el corazón significa más que memorizar versículos; implica obedecerla y aplicarla en la vida diaria. Cuando enfrentamos tentaciones, la Palabra se convierte en un escudo protector. Cuando experimentamos tristeza, se vuelve en consuelo. Y cuando vivimos momentos de alegría, nos recuerda dar gracias a Dios por todas sus bendiciones. Así, la Biblia se convierte en un recurso indispensable para el cristiano.
El profeta Isaías nos recuerda que todo en este mundo es pasajero: la hierba se seca y la flor se marchita, pero la Palabra de Dios permanece para siempre. Esto nos enseña a no poner nuestra confianza en lo material ni en lo temporal, sino en lo eterno. Lo que el hombre construye puede derrumbarse, pero lo que Dios establece no tiene fin. Esta verdad debe animarnos a perseverar en medio de cualquier prueba.
A lo largo de la historia, muchos hombres y mujeres han experimentado el poder transformador de la Palabra. Reyes, profetas, apóstoles y creyentes sencillos encontraron en ella fortaleza para enfrentar persecuciones, guerras y momentos de debilidad. Ellos son testimonio de que aquel que confía en la Palabra de Dios jamás queda avergonzado. La fidelidad de Dios siempre respalda su Palabra y cumple lo que promete.
Por otro lado, la Palabra no solo es para nuestro beneficio personal, sino también para compartirla con otros. Isaías nos exhorta a levantar nuestra voz y anunciar a las naciones que el Señor es nuestro Dios. Esto significa que cada cristiano tiene la responsabilidad de proclamar el evangelio, no con temor, sino con la certeza de que la Palabra tiene poder para transformar vidas. El mensaje de salvación no puede quedar oculto, debe ser proclamado con valentía.
Finalmente, la promesa de Isaías 40:10 nos llena de esperanza: el Señor vendrá con poder y traerá recompensa para aquellos que le han sido fieles. Esta recompensa no es solo material, sino espiritual y eterna. Es la corona de vida que Dios ha prometido a los que le aman y guardan su Palabra. Por eso, nuestra meta debe ser permanecer firmes en la fe, confiando en que la fidelidad a Dios nunca será en vano.
En conclusión, la Palabra de Dios es el tesoro más grande que tenemos. Ella es viva, eficaz y eterna. Guardarla en el corazón es la mejor decisión que podemos tomar, porque nos guía, nos fortalece y nos prepara para la eternidad. Vivamos cada día con el compromiso de atesorarla, obedecerla y compartirla, sabiendo que nuestra recompensa viene del Señor que no falla.