Guárdame, Dios, porque en ti he confiado

Confiar en Dios es uno de los pilares más importantes de la vida cristiana. Desde tiempos antiguos, los hombres y mujeres de fe han experimentado que sin la ayuda del Señor nada podemos lograr. En un mundo lleno de incertidumbre, ansiedad y preocupaciones, resulta esperanzador recordar que tenemos un Dios que nunca falla, que escucha nuestras oraciones y que siempre está dispuesto a extender su mano de amor. La confianza en Dios no es algo pasajero, sino un estilo de vida que transforma nuestra manera de pensar, actuar y enfrentar las dificultades.

Qué bueno cuando confiamos en Dios todo el tiempo. Él es nuestro ayudador, nuestra esperanza, el que nos fortalece. Por eso es bueno que tengamos paciencia en Él y esperemos en el Dios todopoderoso.

El salmista David era una persona humilde, cuando este hombre tenía un problema, inmediatamente iba ante la presencia de Dios y le pedía que le ayudara y que le fortaleciera. Su ejemplo nos recuerda que cuando vienen los momentos difíciles no debemos desesperarnos ni correr al hombre, sino acudir al Padre celestial, que siempre está dispuesto a socorrer a sus hijos.

Guárdame, oh Dios,
porque en ti he confiado.
Salmos 16:1

Este versículo refleja la seguridad que tenía David al dirigirse a Dios. Él entendía que fuera de su Creador no había otra fuente de protección. Al igual que David, nosotros también podemos levantar nuestras plegarias con la certeza de que Dios nos guarda en cada paso que damos.

No apartemos de Dios nuestra confianza, porque si apartamos de Él todo lo que ya hemos confiado pues nos irá mal, Dios es fiel y justo, Él es misericordioso, su misericordia está con los que hacen misericordia con los demás.

Confiar en Dios también significa reconocer su justicia y su amor eterno. A veces creemos que somos autosuficientes y que podemos enfrentar la vida solos, pero la realidad es que sin el Señor fracasamos. Cuando mantenemos nuestra fe firme, Él se encarga de abrir caminos donde no los hay y de obrar milagros que humanamente parecen imposibles.

Oh alma mía, dijiste a Jehová:
Tú eres mi Señor;
No hay para mí bien fuera de ti.
Salmos 16:2

Recordemos, que David estaba mandando a su alma a que bendijera el nombre de Jesús, porque fuera de Dios nada podemos hacer, Dios es nuestro amparo, el que nos sostiene en medio de las tribulaciones.

Un hombre fuera de los caminos de Dios no puede hacer nada, porque Dios es nuestra fortaleza, el mundo no nos ofrece nada, pero sí tenemos a Dios que nos ayuda y que es fiel y misericordioso.

En este sentido, el cristiano debe cultivar una vida diaria de oración, adoración y obediencia. No se trata solo de buscar a Dios en los problemas, sino también de honrarlo en la abundancia, en la salud y en la alegría. Una fe firme en Dios produce paz, porque sabemos que aun en medio de las tormentas, su mano poderosa sostiene nuestro barco y evita que naufraguemos.

Para los santos que están en la tierra,
Y para los íntegros, es toda mi complacencia.
Salmos 16:3

Siempre es bueno recordar que Dios cuida sus hijos, y que le promete muchas cosas las cuales cumple a su tiempo, su poder se manifiesta y aun en el momento que más lo necesitamos, Él está ahí.

¿Cómo no confiar en él?, si Él es el único en el cual podemos confiar y dedicarle toda nuestra vida a Dios, por eso es bueno que nuestras vidas cada día tengan confianza en el Dios Todopoderoso, que vive y reina para siempre.

La Biblia enseña que Dios no miente y que todas sus promesas son fieles y verdaderas. Confiar en Él es descansar en esa verdad eterna. Cuando depositamos nuestras cargas en el Señor, nuestra vida adquiere un nuevo sentido, porque sabemos que no estamos solos. Al final, la confianza en Dios no solo nos trae paz y fortaleza, sino que también es una muestra de amor y gratitud hacia aquel que dio a su Hijo por nosotros.

Conclusión: Confiar en Dios es la decisión más sabia que un ser humano puede tomar. El mundo nos ofrece soluciones temporales, pero el Señor nos da salvación eterna. Sigamos el ejemplo del salmista David, quien entendió que fuera de Dios nada tenía sentido. Que cada día podamos repetir con fe: “En ti, Señor, he confiado”, y así experimentar la plenitud de una vida bajo su cuidado y amor.

Nos levantamos, y estamos de pie
Mejor es confiar en Dios