¿Quién puede hacernos daño, si nosotros tenemos al Dios todopoderoso, nuestro ayudador y fortaleza? La Biblia nos enseña que si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31). Esto nos recuerda que no hay fuerza humana, ni circunstancia, ni enemigo espiritual que pueda vencernos si estamos bajo el amparo del Señor. Recordemos el Salmo 23 que nos dice que Jehová es nuestro pastor, y que por esto no debemos temer a nada porque, en lugares delicados nos cuidará y nos guiará por sendas de justicia. El salmista no se expresaba desde una teoría, sino desde su experiencia personal de haber sido guardado en medio de pastos verdes y también en valles de sombra de muerte.
Lo más impresionante es que el salmista David le pedía al Señor que le ayudara y le cuidara donde quiera que se encontrara. Había momentos donde la vida de este hombre se encontraba en lugares peligrosos, rodeado de enemigos que querían destruirlo, pero Dios venía en su socorro y lo libraba. Así también nosotros podemos confiar en que Dios es un escudo alrededor de nuestras vidas. Aunque pasemos por pruebas o dificultades, Él es fiel para sostenernos. La fidelidad de Dios no cambia según las circunstancias, sino que permanece para siempre.
Sean vuestras costumbres sin avaricia,
contentos con lo que tenéis ahora;
porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré;
Hebreos 13:5
Este pasaje de Hebreos nos invita a vivir libres de avaricia, porque la verdadera seguridad no está en las riquezas ni en lo que poseemos, sino en la promesa de Dios: «No te desampararé, ni te dejaré». Esta es una declaración poderosa que se repite a lo largo de toda la Escritura. A Josué, cuando estaba a punto de entrar en la tierra prometida y enfrentarse a grandes desafíos, Dios le dijo: «Esfuérzate y sé valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas» (Josué 1:9). La misma certeza es para nosotros hoy.
Dios permite las pruebas en nuestras vidas para glorificarse, y a través de esto nos hace entender que solo Él tiene el control de todo. Nuestras bendiciones no llegan por casualidad ni por mérito propio, sino en el momento perfecto de Dios, cuando Él ve que nuestro corazón está listo y nuestras actitudes han cambiado. Muchas veces el Señor utiliza las dificultades como herramientas para moldear nuestro carácter, para enseñarnos a depender de su gracia y para apartarnos de la autosuficiencia.
Dios dijo: «No te desampararé ni te dejaré solo», porque el Señor es fiel y cumple su Palabra tal y como lo promete. Es un Dios que no miente, que no cambia, y que no abandona a los que en Él confían. Las Escrituras nos dicen que es imposible que Dios mienta (Tito 1:2), y eso nos da una certeza inquebrantable de que podemos depositar toda nuestra confianza en Él. Cuando el mundo nos falle, cuando los amigos nos dejen, cuando las fuerzas se acaben, la presencia de Dios permanecerá firme.
de manera que podemos decir confiadamente:
El Señor es mi ayudador; no temeré
Lo que me pueda hacer el hombre.
Hebreos 13:6
Cuando estamos confiados en el Señor, no temeremos al hombre, porque el Señor es nuestro ayudador. El temor al hombre trae lazo, dice Proverbios 29:25, pero el que confía en Jehová será exaltado. David podía decir con convicción que Jehová era su ayudador, y esto es lo que debemos hacer: proclamar las maravillas de Dios y exaltar su nombre con todo lo que tenemos. Al testificar de su bondad y fidelidad, fortalecemos nuestra fe y animamos a otros a depender también del Señor.
Acordaos de vuestros pastores,
que os hablaron la palabra de Dios;
considerad cuál haya sido el resultado de su conducta,
e imitad su fe.
Hebreos 13:7
Es bueno que cada día estudiemos su Palabra tal y como nos la han enseñado, porque en ella está la verdad. La Biblia no es un simple libro de historia o de poesía, es la voz viva de Dios hablándonos hoy. A través de ella recibimos sabiduría, corrección, dirección y consuelo. Por eso también es importante recordar y honrar a aquellos siervos que nos han enseñado la Palabra, imitando su fe y perseverancia. Ellos nos han dejado un legado espiritual que debemos continuar, no para exaltar al hombre, sino para glorificar al Señor que obra en sus vidas.
Confiar en Dios es caminar cada día en la seguridad de que no estamos solos, que su vara y su cayado nos infunden aliento, y que aun en los momentos más oscuros, su luz nos guía. El Señor es nuestro pastor, nuestro amigo fiel, nuestro ayudador y nuestro escudo. No temamos al futuro, porque Aquel que lo sostiene ha prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). Esa promesa basta para llenar de paz y esperanza cada corazón.