El camino del evangelio no es tan fácil como vivir una vida normal haciendo lo que nosotros queremos, el camino del evangelio implica muchas cosas, la principal de todas es negarnos a nosotros mismos, a nuestros gustos, y muchas veces a nuestros sueños, porque de esta manera enseñamos al mundo que no tenemos nada que ver con este lugar temporal, sino que esperamos una ciudad celestial, cuyo artífice y arquitecto es Dios.
No solamente fuimos llamados para ocupar un lugar más en la iglesia, sino que hemos sido llamados para permanecer en Dios, en sus enseñanzas, vivirlas y de esta manera estar firmes para cuando lleguen esos momentos difíciles en la vida cristiana. No es como muchas personas pintan hoy un evangelio moderno, sino que se trata del evangelio de la cruz queridos hermanos, de sufrir por Él y vivir para Él.
27 Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.
28 Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados.
29 Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él.
1 Juan 2:27-29
La doctrina bíblica es una parte esencial de la vida cristiana y precisamente de esto nos habla el apóstol en estos versos. La manera de nosotros permanecer en Dios es guardando su Palabra, pero para nosotros poder guardarla tenemos que estudiarla.
La Biblia dice que toda la Palabra de Dios es útil para enseñar, para corregir, para reprender, para redargüir. La Palabra de Dios es útil para hablarnos en nuestros momentos duros, para hacernos volver al camino, para mantenernos firmes en el día malo.
Permanezcamos en Cristo y su Palabra, para cuando llegue aquel día en que el Hijo de Dios se manifieste, podamos irnos juntamente con Él y vivir toda una eternidad diciendo Santo Santo, Santo es el Señor.
El desafío del discipulado verdadero
Cuando decidimos seguir a Cristo, entendemos que el evangelio no se trata de una vida cómoda, sino de un camino de obediencia y entrega. Negarnos a nosotros mismos significa dejar atrás actitudes egoístas, pensamientos mundanos y deseos que no agradan a Dios. Es un proceso de transformación que inicia en el corazón y se refleja en nuestras acciones diarias. Cada decisión que tomamos debe glorificar al Señor, mostrando que somos peregrinos en esta tierra y que nuestro verdadero hogar está en los cielos.
Muchos creen que seguir a Cristo es solo una membresía en la iglesia, pero el discipulado va mucho más allá. Ser cristiano es vivir conforme a la Palabra, aun cuando esto implique rechazo, sacrificio o persecución. La Biblia enseña que debemos tomar nuestra cruz cada día y seguir a Jesús, reconociendo que el sufrimiento por su causa es una honra y no una desgracia.
La importancia de la Palabra de Dios
El pasaje citado en 1 Juan nos recuerda que el Espíritu Santo nos guía a toda verdad, y que no necesitamos de filosofías humanas para entender el plan de Dios. La Palabra es suficiente y poderosa para dirigir nuestros pasos. Sin embargo, para permanecer firmes en ella debemos leerla constantemente, meditarla y aplicarla en cada aspecto de nuestra vida. Una fe sin la Palabra es como una lámpara sin aceite: no alumbra y se apaga con facilidad.
El estudio bíblico no debe ser una obligación pesada, sino un deleite. Es allí donde descubrimos las promesas del Señor, recibimos dirección en momentos de confusión y fortaleza en tiempos de prueba. La Palabra de Dios no solo informa, sino que transforma. Nos prepara para resistir las tentaciones y nos recuerda que no estamos solos en nuestro caminar cristiano.
Esperanza en la manifestación de Cristo
La vida cristiana se vive con la mirada puesta en el futuro glorioso: la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. El apóstol Juan dice que cuando Él se manifieste, debemos tener confianza y no sentir vergüenza. Esto nos motiva a permanecer en santidad, a mantenernos firmes en la fe y a no dejarnos arrastrar por la corriente de este mundo. La esperanza de la eternidad debe guiarnos en cada paso, recordándonos que este tiempo en la tierra es solo temporal.
Cada creyente tiene la oportunidad de caminar con Cristo día a día, fortaleciendo su relación con Él y aguardando su venida. Esta esperanza no es pasiva, sino activa: nos impulsa a vivir en obediencia, a predicar el evangelio y a permanecer fieles hasta el fin. Así, cuando llegue el día glorioso, podremos escuchar de labios de nuestro Señor: «Bien, buen siervo y fiel».
Conclusión
El camino del evangelio es un sendero de fe, disciplina y perseverancia. No se trata de cumplir ritos, sino de permanecer en Cristo con la ayuda de su Espíritu y con la guía de su Palabra. Ser cristiano es vivir con la esperanza de la eternidad y con la certeza de que nuestra recompensa está en los cielos. Que cada día podamos negarnos a nosotros mismos, permanecer en su amor y proclamar con nuestras vidas que Jesucristo es el Señor. De esta manera, cuando Él regrese, no seremos hallados avergonzados, sino confiados en la gracia que nos ha sostenido hasta el final.