Qué bueno cuando somos portadores de su Palabra, y más cuando aún se nos escoge para llevar las buenas nuevas de salvación a los abatidos, llevar su Palabra por todos los confines de la tierra.
En este caso hablaremos de Isaías, que fue elegido para ser un portador de la Palabra de Dios, para llevar las buenas nuevas, ayudar a aquellos que no conocen de su Palabra, para que se puedan salvar.
Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová;
me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos,
a vendar a los quebrantados de corazón,
a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;
Isaías 61:1
Podemos ver que Isaías fue escogido y ungido para esta maravillosa obra, y el propósito era para que llevara el mensaje de salvación a todas aquellas personas que todavía no estaban en el camino del Señor, y a hablarles a aquellos que se habían apartado de Sus Caminos, para que se arrepintieran y se volvieran a Dios.
Y lo más importante de todo era que el espíritu de Dios estaba sobre él para cuidarlo de todo dardo del enemigo que quisiera detenerlo de hacer la maravillosa obra de Dios.
a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová,
y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados;
a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza,
óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado;
y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya.
Isaías 61:2-3
Es bueno escuchar como este portador de la Palabra de Dios decía que el Señor le mandaba a llevar libertad a los cautivos, a sanar las heridas de los enfermos y proclamar el año abundante del Señor, llevar alegría a aquellos que estaban sumergidos en tristeza y en lloro, a aquellos que andaban sin esperanza, porque eran muy maltratados por los demás, siendo golpeados por los poderosos reyes de aquellos tiempos.
Pero había uno el cual fue enviado por el Dios todopoderoso, para sanar las heridas de los que estaban cautivos y liberarlos de las cárceles donde estaban encerrados, para que tengan vida y puedan ser salvos y conocer la verdad.
Es bueno que entendamos que la palabra dice que si nosotros venimos a Él en socorro, Él no nos despreciará ni nos echará fuera, sino que nos abrirá sus brazos para que seamos salvos en sus caminos, pero recordemos que Dios vino a salvar y a dar vida y vida en abundancia.
El pasaje de Isaías 61 no solo se aplica al contexto histórico en el que fue escrito, sino que también tiene un cumplimiento profético en la persona de Jesucristo. En el Evangelio de Lucas, Jesús mismo se apropia de estas palabras cuando entra en la sinagoga y lee este pasaje, declarando que se había cumplido en Él. Esto nos muestra que la misión del Mesías es precisamente traer libertad, restauración y esperanza a todos aquellos que se encuentran en oscuridad y desesperanza.
Este mensaje sigue siendo actual y relevante en nuestros días. Así como Isaías fue enviado, y como Cristo confirmó su misión, hoy también la iglesia tiene el llamado de ser portadora de estas buenas nuevas. El mundo se encuentra lleno de corazones quebrantados, de personas heridas por la vida, cautivas de vicios, de depresiones y de cargas emocionales que los tienen aprisionados. Es allí donde la Palabra de Dios se convierte en medicina y en bálsamo que restaura lo que estaba roto.
La obra de proclamar el mensaje de salvación no es fácil. Isaías enfrentó oposición, Jesús fue rechazado por muchos, y los discípulos sufrieron persecución. Sin embargo, el Espíritu Santo siempre ha fortalecido a los mensajeros de Dios para que no se detengan, porque la Palabra nunca regresa vacía, sino que cumple el propósito para el cual fue enviada. Este recordatorio nos debe llenar de ánimo para seguir compartiendo con firmeza y amor el mensaje del evangelio.
Otro aspecto importante es la transformación que produce este mensaje en la vida de quienes lo reciben. La Escritura habla de ceniza convertida en gloria, de luto cambiado en alegría, y de corazones angustiados renovados con un óleo de gozo. Este lenguaje poético expresa la profunda restauración que solo Dios puede hacer en una vida. No se trata de una simple motivación temporal, sino de un cambio radical que inicia en el interior y se refleja en el exterior.
Así como Isaías fue un instrumento en las manos de Dios, nosotros también podemos serlo hoy. No hace falta ser un gran profeta para compartir la Palabra; basta con un corazón dispuesto, lleno de fe y de obediencia. Dios utiliza a personas comunes para realizar obras extraordinarias, y cada creyente tiene la oportunidad de ser un canal de bendición en su familia, en su comunidad y en cualquier lugar donde se encuentre.
En conclusión, Isaías nos recuerda que el llamado de Dios siempre es claro y específico: anunciar libertad, consuelo y esperanza. Este mensaje no está limitado a una época, sino que trasciende generaciones, porque el poder de Dios sigue siendo el mismo. Hoy podemos aferrarnos a esa verdad y decidir ser portadores de luz en medio de tanta oscuridad. El mundo necesita escuchar que aún hay esperanza en Cristo, y que esa esperanza está disponible para todo aquel que cree.