Jesús se regocija

El pasaje que veremos a continuación refleja uno de los momentos más significativos en la vida de Jesús, donde Él se regocija en el Espíritu y eleva una oración de gratitud al Padre. Aquí no solo encontramos una declaración de agradecimiento, sino también una revelación profunda sobre la manera en que Dios obra en el mundo: escondiendo su sabiduría a los sabios y entendidos, y mostrándola a los niños. Esta verdad nos invita a reflexionar sobre la grandeza de la humildad y la sencillez en el camino de la fe.

En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo,
oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos,
y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.
Lucas 10:21

Jesús se sentía muy contento al ver esta maravillosa obra, y esto hacía que Jesús se sintiera regocijado en el espíritu alabando al Padre que está en los cielos, ¿pero nos preguntamos por qué Dios quita la sabiduría al hombre y se la da a los niños? Esto es porque los niños no tienen el mismo pensamiento y no son maliciosos, sino que son obedientes.

Pero miramos estas palabras donde Jesús dice que «al Padre le agradó entregarles sabiduría a los niños», ¿y por qué? Dios sabe que los hombres podrían hacer todo tipo de invento para hacer mal a todo el mundo, por eso Él no les dio sabiduría, sino que la apartó de ellos, porque Dios sabía que si le daba esa sabiduría al hombre, este hombre iba a hacer cosas peores que las que han hecho.

Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre;
y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre,
sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
Lucas 10:22

Entendemos que Jesús aquí hablándole a sus discípulos, diciéndole que el Padre le había entregado todas las cosas, pero es bueno ver que la voluntad del Padre es así porque Él revela a quien Él quiera.

Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte:
Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis;
Lucas 10:23

Jesús sabía cómo hacía todas las cosas, en este verso Él les dijo aparte, para que las demás personas no escucharan «Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven». Él tenía mucha precaución al hacer estas cosas.

Recordemos que el Señor le da sabiduría a quien Él quiera y cuando vea que nosotros estamos preparados para recibirla, y Él entienda que ya estamos preparados para ser buenos administradores de esta sabiduría, entonces Él nos la dará.

En este pasaje también descubrimos un principio fundamental: la revelación de Dios no depende de los méritos humanos ni de la capacidad intelectual, sino de la disposición del corazón. Los niños representan la pureza, la humildad y la confianza absoluta en quien los guía. Así mismo, Dios espera de nosotros un corazón sencillo, libre de orgullo, para que podamos recibir la verdadera sabiduría que viene de lo alto. Cuando tratamos de alcanzar el conocimiento divino con arrogancia o autosuficiencia, inevitablemente nos encontramos con un muro. Pero si nos acercamos con humildad, Dios abre los cielos y nos muestra cosas que sobrepasan nuestro entendimiento.

El mundo actual nos invita constantemente a valorar la sabiduría humana, los títulos académicos, los logros profesionales y la capacidad de razonamiento. Sin embargo, la enseñanza de Jesús nos recuerda que la verdadera grandeza no está en cuánto sabemos, sino en cuánto confiamos en el Padre. Hay personas con poca educación formal, pero con un discernimiento espiritual profundo, porque el Espíritu Santo se ha revelado a ellos. Del mismo modo, existen grandes intelectuales que, por su soberbia, no logran ver la mano de Dios en la historia.

Es interesante observar que Jesús mismo se gozó en el Espíritu al reconocer esta obra del Padre. Esto nos muestra que la alegría verdadera proviene de comprender la voluntad de Dios y de ver cómo Él obra en formas que desafían la lógica humana. Jesús se alegró no por cosas materiales, sino porque la revelación divina llegaba a corazones sencillos, que podían recibirla con fe. De esta manera, nos enseña a valorar lo espiritual por encima de lo terrenal.

Cuando Jesús afirma que «todas las cosas le fueron entregadas por el Padre», nos recuerda la autoridad absoluta que Él tiene sobre la creación. Nada está fuera de su control, y solo Él puede revelarnos al Padre. Esto significa que nuestra relación con Dios siempre será a través de Cristo, quien es el único camino, la verdad y la vida. Por lo tanto, si deseamos conocer verdaderamente a Dios, necesitamos acercarnos a Jesús con un corazón humilde y dispuesto.

Finalmente, cuando Jesús les dice a sus discípulos que son bienaventurados porque ven lo que otros no ven, está resaltando el privilegio de quienes le siguen de cerca. Ellos tuvieron la oportunidad de contemplar con sus propios ojos al Hijo de Dios y recibir enseñanzas directas de Él. Hoy, aunque no le vemos físicamente, seguimos siendo bienaventurados al tener su Palabra escrita y al contar con el Espíritu Santo que nos guía a toda verdad.

Conclusión: Este pasaje nos invita a examinar nuestro corazón. ¿Nos acercamos a Dios con sencillez, como niños, o con soberbia, como los sabios y entendidos que confían en sí mismos? Recordemos que la sabiduría divina no se compra ni se obtiene por méritos humanos, sino que es un regalo que el Padre otorga a quienes se humillan delante de Él. Si deseamos recibir revelación y entendimiento, debemos cultivar un espíritu obediente, humilde y dispuesto a seguir la voz de Dios. Así, como dijo Jesús, seremos verdaderamente bienaventurados.

De Él, por Él, y para Él son todas las cosas
Cristo viene