Un buen soldado de Cristo

Ser un buen soldado de Cristo es algo maravilloso, servirle a Dios es bueno y más que una bendición, nosotros como soldados de Jesucristo cada día estamos comprometido hacer la voluntad de Dios.

Cuando hablamos de un soldado en el mundo físico, pensamos en alguien que se prepara, que se disciplina y que se somete a una autoridad. De la misma manera, el soldado de Cristo es aquel que ha decidido dejar sus propios deseos y ponerse bajo la obediencia de su Capitán, que es Jesucristo. Ser soldado del Señor no es una tarea sencilla, ya que implica entrega, sacrificio, pero sobre todo una pasión genuina por cumplir con los mandamientos divinos y dar testimonio de vida en medio de cualquier circunstancia.

¿Qué hace un buen soldado de Cristo? Este se preocupa por ser fiel a Dios y servirle con amor, llevar su Palabra y estar decidido a dar ejemplo.

Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús.

Lo que has oído de mí ante muchos testigos,

esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.

2 Timoteo 2:1-2

Aquí vemos el apóstol Pablo dándole un consejo a Timoteo, animándolo a encargar a otras personas a enseñar a otros más en el Señor.

El buen soldado de Cristo no busca la gloria personal ni el reconocimiento humano, más bien procura glorificar a Dios con todo lo que hace. Su fidelidad y perseverancia lo distinguen, pues entiende que no lucha contra carne ni sangre, sino contra fuerzas espirituales que intentan debilitar su fe. Por eso, se reviste con la armadura de Dios y se apoya en la oración constante, la lectura de la Palabra y la comunión con la iglesia.

Es bueno que, si vamos hacer algo para el Señor, lo hagamos de corazón y estemos dispuestos a obedecer en todo lo que el Señor nos mande.

Un buen soldado también se caracteriza por la disciplina espiritual. Dedicar tiempo a la oración, al ayuno y al estudio de las Escrituras fortalece el carácter y ayuda a resistir las tentaciones. Además, el soldado de Cristo debe ser un portador de paz y esperanza, alguien que transmite confianza y fe a quienes lo rodean, demostrando que en medio de la batalla espiritual se puede mantener la calma gracias a la presencia de Dios.

Hay que tener buena conducta, ser pacientes, buenos obreros, teniendo amor, siendo cautelosos, con espíritu de humildad, mansedumbre, templanza, bondad, siendo misericordiosos.

No quiero, hermanos,

que ignoréis acerca de los dones espirituales.

1 Corintios 12:1

Pablo en este capítulo nos aconseja que no ignoremos acerca de los dones espirituales, porque estos nos conducen a hacer las cosas bien, a dar lo mejor a Dios y a hacer buenas obras. Así que sigamos haciendo el bien en el nombre del Señor, dando una buena enseñanza donde quiera que vayamos, no importando el lugar donde nos encontremos, hagámoslo en el nombre del Señor.

Un buen soldado de Cristo entiende que sus dones y talentos no son para su propio beneficio, sino para la edificación del cuerpo de Cristo. Ya sea que tenga el don de enseñar, de servir, de exhortar o de consolar, debe usarlo con fidelidad para extender el Reino de Dios. La obediencia a la dirección del Espíritu Santo es fundamental, pues de nada serviría tener muchos dones si no se usan con amor y en sujeción a la voluntad de Dios.

Finalmente, recordemos que la mayor recompensa del soldado de Cristo no es terrenal, sino eterna. La corona de vida que el Señor promete a los que le son fieles es mucho más valiosa que cualquier aplauso humano. Por eso, debemos mantenernos firmes, luchando la buena batalla de la fe, confiando en que nuestro Capitán, Jesucristo, nos dará la victoria final.

Conclusión: Ser un soldado de Cristo es un honor y una gran responsabilidad. Implica esfuerzo, obediencia, disciplina y amor genuino hacia Dios y hacia los demás. En cada paso de nuestra vida, en cada decisión que tomemos, debemos reflejar el carácter de Cristo y mostrar al mundo que somos parte de su ejército espiritual. Si permanecemos fieles hasta el fin, recibiremos la recompensa eterna que Dios ha preparado para los que le aman.

Andemos como hijos de luz
La excelencia de la ofrenda de Abel