Siempre gozosos en el Señor

El dolor puede ser tan amargo que nos quite el gozo del Señor en nuestras vidas y esto no lo podemos permitir. Claro, habrán momentos que esto se escapará de nuestras manos, puesto que Dios muchas veces permite que nosotros pasemos por procesos sumamente difíciles y esto con el fin de madurar nuestra fe en Él. En estos momentos de la vida cristiana no existe nada como mirar atrás, retroceder, abandonar, etc. Lo único que debemos hacer es gozarnos en el Señor y tener suma confianza en Él.

El apóstol Pablo escribió a los filipenses:

Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!

Filipenses 4:4

Un predicador dijo: «Nuestros primeros días en el cristianismo parecen ser como una luna de miel, pero luego que pasa un tiempo el Señor se aleja un poco para que nos demos cuenta que sin Él somos nada». Claro que esto es cierto, pues, cuando somos nacidos de nuevo sentimos un nuevo ambiente en nuestras vidas, un gozo que jamás habíamos sentido y todo esto es tan bonito, pero cuando viene la realidad de lo que es sufrir por el evangelio, nos damos cuenta de cuán difícil es este camino y esto suele ser doloroso.

A ver, tenemos que saber algo, quien escribe es el apóstol Pablo. Escribamos un poco de Pablo: El libro de Hechos nos habla de quién fue Pablo en un pasado, un perseguidor de la iglesia de Cristo, o más bien, el mayor perseguidor de la iglesia. Luego de esto Pablo supo muy bien lo que es soportar el vituperio por causa de Cristo, lo cual lo narra en 2 Corintios 11 del verso 16 en adelante.

Además de esto, ¿sabías que Pablo le escribió esto desde una cárcel a los filipenses? O sea, un hombre que está preso, quizás sin comer, quizás con frío, agobiado por todas las dificultades que ha tenido que pasar, quizás sin ver a ningún amigo o pariente que le vaya a visitar, pasando pruebas más difíciles que a todos los creyentes que le escribía, puesto que su vida peligraba, simplemente les dice: «Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: !!Regocijaos!».

¡Aleluya por esta gran declaración del apóstol! De igual manera, que nada nos quite el gozo del Señor, sin importar los momentos difíciles, regocijémonos siempre en el Señor.

Este versículo nos enseña una gran lección: el gozo verdadero no depende de las circunstancias, sino de la presencia de Dios en nuestras vidas. Podemos perder bienes materiales, amistades, salud o incluso la libertad, pero mientras tengamos la certeza de que Cristo está con nosotros, el gozo permanece. Pablo tenía claro que las cadenas podían atar su cuerpo, pero no su fe ni su alegría en Cristo. Esto debe inspirarnos a vivir con una confianza plena en el Señor.

Muchas veces confundimos la felicidad con el gozo. La felicidad se basa en lo que tenemos, en lo que sentimos o en lo que podemos lograr humanamente. El gozo en cambio es fruto del Espíritu Santo y permanece aun cuando todo alrededor parezca oscuro. Es por esto que Pablo podía escribir con tanta firmeza: «Regocijaos siempre», porque no hablaba de un estado emocional, sino de una convicción espiritual que trasciende las pruebas.

Podemos preguntarnos: ¿cómo mantener ese gozo cuando enfrentamos enfermedades, pérdidas o traiciones? La respuesta está en mantener la mirada en Cristo y recordar sus promesas. Jesús mismo dijo que en el mundo tendríamos aflicciones, pero que confiáramos porque Él había vencido al mundo. El creyente que aprende a confiar en Dios en medio de las tormentas descubre una paz y un gozo que nada puede arrebatar.

Por eso, si hoy estás pasando por un valle de dolor, no permitas que el enemigo robe tu gozo. Recuerda que Pablo nos dejó este poderoso consejo desde una celda: regocíjate siempre en el Señor. No es una invitación superficial, sino una orden llena de vida. Dios sabe que cuando su pueblo se regocija en Él, la fe se fortalece y la esperanza se renueva.

Conclusión: El gozo del Señor es nuestra fuerza, como declara la Escritura. Si mantenemos firme nuestra fe en Cristo, ni el dolor más amargo ni la prueba más difícil podrán quitarnos esa paz interior. Sigamos el ejemplo de Pablo y aprendamos a regocijarnos en el Señor siempre, porque en Él encontramos la verdadera victoria.

Jehová quita y pone reyes
La tumba está vacía