En la Biblia podemos encontrar multitud de veces donde la corrupción de los hombres hizo enojar a Dios en gran manera, pero también podemos encontrar la misericordia de Dios esparcida para con los hombres en varios eventos. Hoy en día nuestro mundo sufre los mismos daños por causa de la corrupción, nos aturde encender el televisor y ver noticias, puesto que cada vez vemos algo peor. Pero, en medio de toda esta crisis existe un Dios que tiene misericordia.
Al mirar nuestro entorno podemos ver que la humanidad sigue repitiendo los mismos errores de las generaciones pasadas. La violencia, la injusticia y el egoísmo marcan la vida de millones de personas, y pareciera que el mal tiene cada vez más fuerza. Sin embargo, la Biblia nos recuerda que aunque el hombre se aparte de los caminos de Dios, siempre hay una salida, y esa salida es el arrepentimiento genuino. El ejemplo de la ciudad de Nínive nos muestra claramente que la misericordia divina es mayor que el juicio cuando hay un corazón dispuesto a cambiar.
La Biblia nos habla de una ciudad llamada Nínive, la cual era corrupta en gran manera. En el libro de Jonás, la Biblia nos dice que la maldad de ellos había subido ante Dios y por esto Dios envía a Jonás a pregonar en contra de aquel lugar. Nínive era una ciudad que merecía ser destruida por todos los actos despiadados y perversos que hacía, pero hay algo muy importante que debemos entender, y es que no importa cuán corrupta sea una nación si ellos se humillan delante de Dios.
Cuando observamos lo que sucedió con Nínive, descubrimos una enseñanza poderosa: la misericordia de Dios está siempre disponible, pero requiere una respuesta de parte del hombre. Aquellos habitantes no ignoraron el mensaje, sino que reaccionaron con humildad, ayunando, orando y cambiando sus prácticas. Eso provocó que el mismo Dios que había decretado juicio, mostrara compasión y les concediera una nueva oportunidad. Así ocurre también en nuestros tiempos: Dios espera que la humanidad reflexione y se vuelva a Él con un corazón sincero.
Aquella ciudad se arrepintió des sus pecados y es por esto que Jonás dice a Dios:
Pero Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó. 2 Y oró a Jehová y dijo: Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal.
Jonás 4:1-2
Hay algunas palabras muy importantes que Jonás dice sobre Dios, los cuales son atributos del mismo: «Clemente y piadoso, tardo en enojarte, grande misericordia, te arrepientes del mal». Dios no desea la destrucción de los seres humanos, al contrario, Él siempre quiere que nos volvamos a Él. Dios no se goza del mal, ni se place en la destrucción.
Estos atributos nos revelan la esencia misma del carácter divino. Muchas veces pensamos que Dios solo es justicia y juicio, pero la Escritura nos enseña que su naturaleza es también amor, compasión y paciencia. El Señor espera con paciencia que las personas cambien de rumbo y comprendan que apartados de Él no hay verdadera vida. Su misericordia es tan grande que aun cuando el pecado ha llegado hasta el cielo, Él da oportunidad al arrepentimiento.
La Biblia también nos dice:
Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.
2 Crónicas 7:14
Este pasaje nos recuerda que la clave para ver la intervención divina en medio de cualquier crisis es la humillación delante de Dios. No se trata de religiosidad ni de apariencias externas, sino de un arrepentimiento genuino que nace del corazón. Cuando el pueblo de Dios reconoce sus faltas, se aparta del mal y vuelve su rostro al Creador, entonces la respuesta de Dios es inmediata: Él perdona y restaura.
Dios siempre está esperando que sus criaturas se humillen delante de Él, pues es un Dios misericordioso y sus misericordias son eternas y si una ciudad se humilla delante de Él, no importa cuán corrupta sea, Dios puede manifestar su piedad.
Este mensaje es especialmente relevante hoy en día. Ante tanta violencia, corrupción política, injusticias sociales y decadencia moral, parece que no hay salida. Sin embargo, la Palabra nos asegura que si como sociedad buscamos el rostro de Dios y reconocemos nuestra necesidad de Él, entonces veremos transformación. Cada nación puede ser alcanzada por la gracia divina si sus habitantes claman con fe y se apartan de sus caminos perversos.
Oremos por nuestra nación, por nuestra tierra, y pidámosle a Dios que tenga misericordia de todas las cosas que están pasando y que las personas puedan proceder al arrepentimiento de sus corazones.
En conclusión, la historia de Nínive no es simplemente un relato antiguo, sino una advertencia y al mismo tiempo una esperanza para cada generación. Si aquella ciudad corrupta encontró misericordia al arrepentirse, también nosotros podemos experimentar la compasión de Dios. No importa cuán oscuros sean los tiempos, el amor y la paciencia del Señor son más grandes que cualquier pecado. Nuestra tarea es volvernos a Él, confiar en su bondad y proclamar su misericordia para que otros también puedan ser alcanzados. Esa es la verdadera esperanza para nuestras vidas y para las naciones.