El don de Dios para los hombres

De la salvación se habla mucho hoy en día, y cada religión o filosofía de vida tiene una opinión distinta sobre este tema tan profundo y trascendental. Algunos la relacionan directamente con las obras y con los méritos humanos, como si fuera un premio que el hombre puede alcanzar por sí mismo. Otros la ven como un simple regalo de Dios, dado a todo aquel que cree. Ante tantas voces y tantas interpretaciones, surge la pregunta: ¿cómo se ve este tema en la Biblia? Gracias a Dios, las Sagradas Escrituras nos ofrecen una respuesta clara y firme. La Biblia nos muestra la salvación como un don de Dios para los hombres, nunca como algo que el ser humano pueda ganar a través de sus obras o esfuerzos personales.

Para comprender el don de la salvación, es necesario mirar primero la obra de Cristo en la cruz. Lo único que realmente puede hacernos salvos es la muerte y resurrección de Jesucristo, porque en ese acto perfecto quedó satisfecha la justicia de Dios. El sacrificio de Cristo fue único y suficiente; ninguna otra obra humana puede añadir o complementar lo que ya fue concluido en el Calvario. Cuando Jesús dijo en la cruz: «Consumado es» (Juan 19:30), estaba declarando que la obra de la redención estaba completada para siempre.

El apóstol Pablo lo expresa de forma contundente en su carta a los Efesios:

Dios nos ha dado el regalo más grande que alguien pueda recibir: la salvación de nuestras almas. No hay tesoro terrenal que se compare con este don eterno. No proviene de nuestras fuerzas ni de nuestra capacidad; proviene únicamente de la gracia divina. Esta verdad debe llevarnos a la humildad, porque nadie puede jactarse de haber alcanzado la salvación por sus propios méritos. Todo lo contrario: debemos reconocer que somos totalmente dependientes de la obra de Cristo.

Querido lector, este es un llamado a entregar tu vida a Dios, a dejar de confiar en tus fuerzas y descansar en lo que Cristo ya hizo en la cruz. No pongas tu seguridad en las obras humanas, en religiones o en esfuerzos personales. Pon tu confianza en Jesús, el único que salva. Él es poderoso para sostener tu vida y darte seguridad eterna. La salvación es un regalo precioso que Dios nos ofrece; solo nos queda recibirlo con fe, vivir agradecidos y proclamar con gozo que “en ningún otro hay salvación” (Hechos 4:12), sino en Cristo Jesús, nuestro Señor.

El llanto se convertirá en alegría
Haz con los demás lo que quieres que hagan contigo