Confiado como un león

Es bueno que siempre tengamos fe, confianza y que creamos en Aquel que nos llamó, en el que tiene poder para hacer posible lo que a los ojos humanos parece imposible. Dios es soberano, Rey de reyes y Señor de señores, y su fidelidad permanece para siempre. Cuando ponemos nuestra vida en sus manos, aprendemos a caminar con seguridad y sin temor, porque sabemos que quien gobierna el universo también sostiene cada detalle de nuestra existencia.

La Palabra de Dios nos recuerda una y otra vez que nada es imposible para Él. Nuestra confianza debe estar siempre depositada en el Todopoderoso, de modo que cuando venga el maligno a acosarnos estemos preparados, firmes y seguros bajo la protección divina. Confiar en Dios no significa que nunca enfrentaremos problemas, sino que en medio de ellos podremos mantener la paz y la fortaleza porque sabemos que Él pelea nuestras batallas.

Huye el impío sin que nadie lo persiga;
Mas el justo está confiado como un león.

Proverbios 28:1

La Escritura compara al justo con un león. ¿Por qué? Porque el león es conocido por su seguridad, por su valentía y por no temer a ningún adversario. El león camina con confianza, porque sabe quién es. De la misma manera, el creyente que confía en Dios puede enfrentar cualquier situación con firmeza, porque su seguridad no está en sí mismo, sino en el Señor.

El león tiene muchas características que lo identifican como el rey de la selva. Una de ellas es su poderoso rugido. El rugido de un león adulto se puede escuchar hasta a ocho kilómetros de distancia, y lo utiliza para comunicar su posición a la manada y para marcar su territorio. Así también, la fe del cristiano debe ser como un rugido que se escucha fuerte, una fe que no se esconde, sino que proclama al mundo que hay un Dios que salva, que cuida y que protege a los suyos.

Esto nos recuerda que nuestra confianza debe estar plenamente en las manos de Dios. Él es quien nos guarda de los planes del enemigo y quien nos protege de todo peligro. Cuando caminamos bajo su amparo, no necesitamos vivir en temor, porque sabemos que nuestro Padre celestial está en control de todo.

Podemos observar que aquel que está lejos de Dios vive siempre en inseguridad. El que no ha puesto su confianza en Cristo se preocupa constantemente, teme lo que pueda pasarle y vive angustiado por la falta de provisión o por la incertidumbre del futuro. Esta desconfianza es la consecuencia natural de un corazón que no descansa en el Creador. Sin Cristo, la vida es un camino lleno de miedo, porque el enemigo aprovecha cada debilidad para atacar, sembrar dudas y desanimar.

El diablo siempre buscará hacernos tropezar para señalarnos y convencernos de que no valemos nada. Intentará hacernos creer que nunca lograremos nuestros sueños, que Dios no nos escucha y que estamos solos en nuestras luchas. Pero todas esas son mentiras, porque la Biblia nos asegura que Dios es fiel, justo y poderoso para defendernos de todo adversario.

En cambio, el que confía en el Señor se mantiene firme como un león. No importa la crisis que enfrente, sabe que Dios está con él. Puede levantar sus manos en medio de la dificultad y dar gracias, porque su esperanza no depende de las circunstancias, sino de la presencia constante de Dios. Esa es la diferencia entre vivir confiando en las fuerzas humanas y vivir dependiendo de la fuerza divina.

Por eso es necesario que nuestras vidas estén depositadas en las manos del Creador de todas las cosas. Él es nuestro amparo, nuestro refugio y nuestro ayudador. Dios está con nosotros tanto en los momentos difíciles como en los momentos de alegría. Su promesa es clara: nunca nos dejará ni nos desamparará. Por lo tanto, vivamos confiados como un león, seguros de que nada podrá apartarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Arrepentimiento de Pedro
La tristeza se convertirá en gozo