Es importante que nada nos separe del amor de Aquel que es fiel y que se entregó en aquella cruz para darnos vida y salvación. Su sacrificio nos recuerda que el amor de Cristo no depende de nuestras circunstancias, sino de su obra perfecta en la cruz. El apóstol Pablo lo expresó con claridad en este pasaje bíblico:
¿Quién nos separará del amor de Cristo?
¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Romanos 8:35
Ninguna de estas cosas nos puede separar del amor de Cristo. Sea cual sea la dificultad por la que estemos atravesando, podemos estar seguros de que Él está con nosotros y lo estará hasta el día de su venida. No importa el tamaño del problema ni la intensidad de la prueba, Cristo permanece fiel. Él nos fortalece, nos levanta y nos ayuda a seguir hacia adelante cuando nuestras fuerzas parecen acabarse.
Cuando nos esforzamos por seguir a Jesús, serle fiel y guardar su Palabra, Él mismo nos guarda de toda asechanza del maligno. Y cuando el enemigo trae sufrimiento, tentaciones o angustias a nuestras vidas, Cristo se convierte en nuestro refugio y nuestro socorro. La victoria no viene de nuestra propia fortaleza, sino de su presencia constante y de su Espíritu que nos guía.
Es necesario recordar que esos momentos difíciles que enfrentamos no llegan por casualidad. Muchas veces son permitidos por el Señor para probar nuestra fe, formar nuestro carácter y madurarnos en el camino cristiano. Las pruebas revelan en quién hemos puesto nuestra confianza y nos enseñan que solo Cristo puede traer verdadero refrigerio y paz a nuestras vidas.
En medio de la aflicción, solemos pensar que Dios nos ha abandonado. La duda se apodera del corazón y la desesperanza nos tienta a alejarnos de Él. Pero esa percepción es equivocada. La verdad es que Dios siempre está con nosotros. Su amor no se interrumpe, ni se debilita, ni se esfuma cuando llegan las tormentas. Él es justo y fiel, y lo que promete lo cumple. Nos lo demostró al enviar a su Hijo para morir en la cruz por nuestra salvación y al dejarnos al Espíritu Santo como Consolador y guía en todo tiempo.
Si le pides a Dios que te restaure, Él te restaurará. Si clamas por ayuda, Él te ayudará. El Señor nunca abandona a los suyos. Su Palabra lo asegura una y otra vez, porque Él es un Padre fiel que escucha y responde.
Porque todo aquel que pide, recibe;
y el que busca, halla;
y al que llama, se le abrirá.Mateo 7:8
Aquí encontramos una promesa maravillosa: Dios responde al clamor de sus hijos. No significa que siempre obtendremos lo que queremos de inmediato, pero sí que el Señor proveerá lo que realmente necesitamos en el tiempo perfecto. Esto nos anima a mantenernos firmes en la oración y a depender plenamente de su gracia.
Por eso, que nada nos separe del amor de Cristo. Todo lo contrario: aferrémonos más a Él cada día. Separados de Cristo, no tenemos fuerza ni dirección; pero unidos a Él, damos fruto abundante y permanecemos firmes en la fe.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
Juan 15:5
Nuestra seguridad, esperanza y fortaleza están en permanecer en Cristo. Él es nuestra vid verdadera, y mientras estemos unidos a Él, su amor nos sostendrá en toda circunstancia. Nada en el cielo ni en la tierra podrá separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro.