Hoy en día vemos con tristeza cómo las personas se apartan de Dios sin importar que Él haya dado su vida por cada uno de nosotros. La indiferencia espiritual y la búsqueda de otros caminos se han vuelto comunes, pero el mensaje central que todos debemos escuchar sigue siendo el mismo: Cristo fue crucificado por nosotros para darnos vida eterna. Esta verdad es el fundamento del evangelio y la razón por la cual aún tenemos esperanza. No se trata simplemente de una historia antigua, sino de un hecho que tiene poder y relevancia en nuestra vida diaria.
25 Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Juan 11:25-26
Estas palabras de Jesús fueron dirigidas a Marta, en el contexto de la muerte de su hermano Lázaro. Marta estaba dolida y confundida, pero el Señor le recuerda que en Él hay esperanza más allá de la tumba. Aquí Juan nos muestra cómo debemos valorar y apreciar el amor que Cristo tiene hacia nosotros. No se trata únicamente de creer en un concepto religioso, sino de depositar toda nuestra confianza en la persona de Jesús, quien es la resurrección y la vida. Él debe ser el centro de todo: de nuestras vidas, de nuestras familias y de cada área que nos rodea.
El evangelio nos enseña que creer en Cristo no es una opción secundaria, sino una decisión que marca nuestro destino eterno. Él es el autor de todas las cosas, el principio y el fin, el Alfa y la Omega. Cuando reconocemos que Cristo es el que todo lo puede, nuestra perspectiva cambia. Creer en Jesús y confiar en Él transforma nuestra manera de vivir. Ya no caminamos con miedo ni con incertidumbre, porque sabemos que en sus manos estamos seguros.
Sin embargo, muchas veces nos encontramos en situaciones difíciles donde surge la pregunta: “¿Dónde está Dios? ¿Por qué parece que guarda silencio?”. Son momentos en los que la fe es puesta a prueba. Pero debemos recordar que Dios siempre está presente, aunque no lo sintamos. Él escucha nuestras oraciones, conoce nuestras lágrimas y jamás nos abandona. Como un Padre amoroso, permanece cerca de sus hijos, aun en los valles más oscuros de la vida, para bendecirnos y sostenernos.
Este pasaje de Juan también nos invita a reflexionar en la esperanza de la vida eterna. Jesús no solo promete ayuda en el presente, sino que asegura una victoria final sobre la muerte. El que cree en Él, aunque muera físicamente, vivirá eternamente. Esta es una verdad que debe llenar nuestro corazón de gozo y motivarnos a vivir con propósito. Si realmente creemos en esta promesa, entonces nuestra vida aquí en la tierra debe estar orientada a glorificar a Dios en todo lo que hacemos.
Por eso, querido lector, no te alejes de Dios. El mundo ofrece distracciones y aparentes satisfacciones, pero ninguna de ellas puede llenar el vacío que solo Cristo llena. Sigue buscándolo con amor, con rectitud y con paciencia. Permite que Él ocupe el primer lugar en tu vida, que sea tu guía en medio de la confusión y tu fortaleza en medio de la debilidad. Que Jesús sea verdaderamente el Centro de todo en tu corazón. Así experimentarás la paz, la esperanza y la vida abundante que solo Él puede dar.