Mi alma tiene sed de Dios, mi carne le anhela

La reflexión de hoy está en el Salmo 63. Este cántico de David fue escrito cuando se encontraba en el desierto de Judá, un lugar árido, seco y sin agua. En medio de esa experiencia difícil, el salmista levanta un clamor sincero que nace de lo más profundo de su corazón. No se centra en su necesidad física, sino en la mayor de todas sus necesidades: la presencia de Dios. Allí, en la soledad y en la carencia, David declara que su alma tiene sed del Señor, que su carne lo anhela, porque ha comprendido que fuera de Él nada tiene sentido.

¿Podemos decir nosotros al igual que el salmista: “Mi carne te anhela”? Muchas veces nuestra búsqueda de Dios se intensifica solo cuando las pruebas tocan nuestra vida. Es muy cierto que el Señor permite esos momentos duros para que entendamos cuánto le necesitamos. Cuando todo marcha bien y estamos cómodos, existe la tendencia a olvidarnos de Él, a vivir como si su presencia no fuera indispensable. Sin embargo, en el desierto de la vida, cuando se nos quitan las seguridades terrenales, descubrimos la verdad: que nuestra alma únicamente puede saciarse en Dios.

El salmista dice algo muy importante en el versículo 3: “Tu misericordia es mejor que la vida”. La nueva versión internacional lo traduce de una forma más clara: “Tu amor es mejor que la vida; por eso mis labios te alabarán”. David no exagera. Lo que expresa es que la vida misma carece de valor si no está impregnada de la misericordia y el amor de Dios. Podemos tener salud, riquezas, amistades, o logros humanos, pero sin el Señor todo se convierte en vacío. Hay personas que caminan con vida física, pero espiritualmente están muertos porque no conocen a Dios. El amor divino es lo que da sentido, propósito y verdadera plenitud a nuestra existencia.

David continúa diciendo que por esa razón levantará sus manos en el nombre de Dios, y que su alma será saciada como de un banquete. Aquí vemos la satisfacción espiritual que solo se encuentra en el Señor. Así como el cuerpo necesita alimento para sobrevivir, nuestra alma necesita del amor, la palabra y la presencia de Dios. Esa saciedad no se compara con nada que el mundo pueda ofrecer. El dinero, el poder o la fama nunca llenarán el vacío del corazón humano; únicamente Cristo es suficiente.

En este salmo también hay una enseñanza de perseverancia en la adoración. David estaba en un lugar hostil, pero aun así eligió bendecir al Señor. Esto nos enseña que la adoración no depende de las circunstancias, sino de quién es Dios. Cuando el alma reconoce que Él es mejor que la vida misma, no queda otra respuesta más que alabarle, incluso en medio de la prueba.

Amado hermano, este pasaje nos invita a examinar qué lugar ocupa Dios en nuestro corazón. ¿Podemos decir que lo anhelamos más que cualquier otra cosa? Te animamos a que cada día hagas como el salmista: bendice al Señor con tu vida, levanta tus manos en su nombre y reconoce que de Él proviene tu sustento. Porque en Él respiramos, nos movemos y somos (Hechos 17:28). Que esta verdad nos impulse a buscarle con mayor pasión, no solo en tiempos de necesidad, sino en cada día de nuestra existencia. Recordemos que su amor es mejor que la vida, y que solo en su presencia encontramos plenitud.

Pedid, y se os dará, versículo fuera de contexto
Jehová es nuestro Pastor