Fuera de contexto: «No dejéis de congregarnos como muchos tienen por costumbre» (Hebreos 10:25)

En el día de hoy muchos pastores y líderes utilizan la frase «no dejemos de congregarnos como otros tienen por costumbre» para convencer literalmente a los hermanos de asistir a todos y cada uno de los servicios de la iglesia. Pero, ¿es esto realmente lo que quiso decir el autor de los Hebreos? Veamos primero el versículo en cuestión:

No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. (Hebreos 10:25)

Ahora bien, ¿se refería el autor a que los cristianos deben asistir todos los días al templo? Para responder, analicemos la palabra “congregar”. Según su definición más básica, congregar significa reunir personas. El error de interpretación de muchas iglesias modernas está en asumir que este llamado implica asistir a todos los servicios organizados por la iglesia local, sin excepción, y en algunos casos incluso abusando del tiempo de los creyentes con reuniones diarias obligatorias. De esta forma, cuando un hermano se ausenta algunos días por motivos familiares, laborales o de fuerza mayor, rápidamente se le acusa de que “no se está congregando”, y se utiliza el versículo de Hebreos 10:25 como reprensión.

Sin embargo, si observamos el contexto histórico, la Biblia no registra que los judíos o la iglesia primitiva se reunieran en el templo todos los días como un mandato obligatorio. El pueblo de Israel tenía momentos específicos designados por Dios para congregarse: las fiestas solemnes, el día de reposo y algunas convocaciones especiales. De igual manera, la iglesia del primer siglo solía reunirse con regularidad, pero no bajo una imposición legalista de hacerlo diariamente en un edificio. Más bien, las reuniones se llevaban a cabo en casas, en espacios comunitarios y, con frecuencia, para compartir la enseñanza, la oración y la cena del Señor.

Es lógico pensar que si se carga a los creyentes con servicios todos los días, no todos podrán asistir con regularidad. Cada persona tiene responsabilidades en el hogar, compromisos laborales y necesidades personales que atender. Por esta razón, muchas iglesias han optado sabiamente por ofrecer dos o tres servicios principales a la semana, permitiendo que los miembros se congreguen de manera edificante sin sentir una carga imposible de cumplir. Congregarse no significa llenar una asistencia, sino participar activamente en la vida de la comunidad cristiana.

Cuando leemos Hebreos 10:25 en su contexto, vemos que la intención del autor no es crear un calendario rígido de reuniones obligatorias, sino estimular a los creyentes a no abandonar la comunidad de fe. El propósito es exhortarse mutuamente, animarse unos a otros, recordarse las promesas de Cristo y perseverar juntos, especialmente al ver que “aquel día” —la segunda venida de Cristo— se acerca. Se trata de mantener la unidad y la comunión como iglesia, no de imponer cargas pesadas ni de usar este versículo como herramienta de manipulación.

Por lo tanto, congregarse no se limita a asistir a un edificio físico todos los días, sino a permanecer en la vida de la comunidad cristiana, fortalecerse en la fe junto a otros hermanos, participar en la exhortación mutua y en el servicio al Señor. La verdadera congregación ocurre cuando los creyentes se edifican unos a otros con la Palabra, oran juntos, se ayudan en las cargas y esperan unidos la gloriosa venida de Cristo.

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