Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien. Texto fuera de contexto.

Romanos 8:28 es un versículo muy citado, pero también muy sacado de contexto en la actualidad. El versículo dice de la siguiente manera:

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”

Muchos interpretan este pasaje de una forma demasiado superficial: “Si te pasa algo malo es porque viene algo mejor.” Por ejemplo, si pierdes un trabajo, entonces viene otro mejor; si terminas una relación, es porque Dios traerá a alguien “más adecuado.” Aunque en algunos casos Dios puede obrar así en su providencia, no es lo que Pablo quiso enseñar en su carta a los Romanos. El apóstol estaba hablando de algo mucho más profundo, algo que no se limita al confort personal ni a una mejora de circunstancias terrenales.

La mayoría de los versículos que se sacan de contexto suelen enfocarse en nosotros mismos, en nuestra prosperidad, en nuestra comodidad, en motivarnos con frases que parecen positivas. Pero si leemos la Escritura de esa manera, perdemos de vista el centro. Dios ciertamente ama a su pueblo, bendice a los suyos y muestra su gracia a diario, pero en ningún lugar de la Biblia se nos garantiza que la vida será fácil, sin sufrimiento o llena de abundancia material. De hecho, Jesús mismo advirtió: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Vivimos en un mundo caído, y hasta que Cristo regrese a redimir toda la creación, las pruebas y las dificultades seguirán presentes.

Con eso en mente, volvamos al texto. Cuando Pablo habla de que “todas las cosas ayudan a bien,” debemos entender qué significa “bien.” En el contexto de Romanos 8, Pablo no se refiere a éxito laboral, a salud perfecta o a prosperidad económica. En los versículos siguientes él mismo lo aclara:

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:29)

Es decir, el “bien” del que habla Pablo es que los creyentes sean conformados a la imagen de Cristo. Ese es el propósito final de Dios con cada circunstancia que permite en nuestras vidas: hacernos más semejantes a su Hijo. Y a veces ese proceso incluye dolor, pérdidas y sufrimiento. La obra del Espíritu Santo en nosotros es moldearnos, purificarnos, santificarnos, y en ese camino Dios usa incluso las pruebas más difíciles para nuestro beneficio eterno.

Cuando decimos que “todas las cosas ayudan a bien,” estamos reconociendo que incluso lo que parece malo, lo que humanamente nos quebranta, puede ser usado por Dios como parte de su plan perfecto. Pensemos en José, vendido por sus hermanos, acusado injustamente y encarcelado. Años después, al encontrarse con los mismos que lo traicionaron, pudo decir: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien” (Génesis 50:20). Ese “bien” no fue la comodidad de José, sino la preservación de su familia y el cumplimiento del plan de Dios.

Tenemos la tendencia de leer la Escritura como si fuera principalmente acerca de nosotros, pero no lo es. La Biblia es acerca de Dios, de su gloria y de su plan de redención en Cristo. Sin embargo, al poner nuestra mirada en Él, encontramos nuestro verdadero bien, que no es un éxito pasajero, sino la comunión eterna con el Señor. El bien último es conocer a Dios, ser transformados por su Palabra y tener la esperanza de una gloria futura. Por eso Pablo afirma en Romanos 8:18: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.”

En conclusión, Romanos 8:28 no nos promete una vida sin problemas ni que siempre recibiremos algo “mejor” en sentido material después de cada pérdida. Más bien, nos asegura que Dios está obrando en todo –en lo bueno y en lo malo– para cumplir su propósito eterno en nosotros: hacernos semejantes a Cristo y llevarnos a la gloria con Él. Esa es la verdadera esperanza de los que aman a Dios y han sido llamados conforme a su propósito.

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