Es bueno que como iglesia comprendamos que la salvación es del Señor, ya que esto determinará toda nuestra vida cristiana, y esto de comprender que la salvación proviene de Dios nos hace entender que no tenemos esperanza en nosotros mismos, sino en Jesucristo. Matt Chandler dijo: “Cuando Dios te salva, Él no lo hace porque tú le diste permiso. Lo hizo porque Él es Dios”. ¿Crees que la salvación depende de nosotros mismos? Para nada, Dios ha decidido salvarnos y de no ser así nunca habríamos elegido la salvación.
Las Escrituras nos enseñan algunos versículos en el libro de Jonás, donde este hace una poderosa oración a Dios y destaca que la salvación viene de solo de Dios:
8 Los que siguen vanidades ilusorias,
Su misericordia abandonan.9 Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios;
Pagaré lo que prometí.
La salvación es de Jehová.Jonás 2:8-9
En el momento que Jonás pronuncia estas palabras, prácticamente estaba entre la vida y la muerte, ya que se encontraba dentro de un gran pez, sin embargo, en aquel momento tan tenebroso y desesperante, aquel hombre comenzó a clamar a Dios desde lo más profundo de su alma y al final de su penúltimo versículo dice: «La salvación es de Jehová».
En aquel momento no le valía ningún plan a Jonás para salvarse de este problema, puesto que estaba en medio del mar dentro de un gran pez, no había nada que pensar simplemente, pero este sabía que en Dios había salvación para aquello que parecía imposible, y nótese que Jonás pronunció estas palabras antes de ser vomitado por el gran pez.
¿Podemos nosotros creer que nuestra salvación solo depende de Dios? Recordemos que el milagro más grande lo ha hecho Cristo en la cruz y a través de ello nos ha dado salvación, y esto no necesitó de ninguna parte humana, sino que cuando estábamos muertos en nuestros delitos y pecados Él nos dio vida juntamente con Él.
La salvación es un regalo de gracia y misericordia, algo que no se obtiene por méritos personales ni por buenas obras. El apóstol Pablo fue muy claro en Efesios 2:8-9 cuando dijo que somos salvos por gracia mediante la fe, y que esto no proviene de nosotros, sino que es un don de Dios. Esta verdad nos libra de toda soberbia y nos coloca en una posición de humildad delante del Señor, reconociendo que todo lo debemos a Él.
Cuando comprendemos que la salvación es del Señor, también entendemos que no debemos confiar en nuestras fuerzas, tradiciones religiosas o sistemas humanos para alcanzar el favor divino. Nuestra confianza debe estar puesta únicamente en Cristo, el autor y consumador de la fe, quien entregó su vida por amor y resucitó para darnos esperanza de vida eterna. Cualquier otro intento humano se convierte en una vana ilusión que no puede sostenerse frente a la eternidad.
Este mensaje también debe traer consuelo a nuestras vidas. Muchas personas se sienten indignas, cargadas de culpas o con temor de no ser aceptadas por Dios. Sin embargo, la Biblia nos muestra que no es por lo que hagamos, sino por lo que Cristo ya hizo en la cruz. Esa obra perfecta es suficiente para cubrir todo pecado y abrirnos la puerta a la comunión con el Padre. La salvación, entonces, es seguridad, es descanso y es esperanza firme en medio de un mundo incierto.
La experiencia de Jonás ilustra cómo, aun en las situaciones más desesperadas, podemos reconocer que solo Dios tiene poder para salvar. De la misma manera, cada uno de nosotros debe rendirse a esa verdad, reconociendo que sin Él no hay salida ni propósito. Cuando aceptamos esta realidad, nuestra adoración se vuelve más genuina, nuestro servicio más humilde y nuestra fe más firme.
En conclusión, la salvación es y siempre será del Señor. No depende de nuestra voluntad, esfuerzo o capacidad, sino de la gracia de Dios manifestada en Cristo Jesús. Tal como Jonás clamó desde el vientre del pez y reconoció que solo Jehová podía salvarlo, también nosotros debemos proclamar con convicción que nuestra vida eterna está asegurada únicamente en las manos de Dios. Esa es la verdad que sostiene al creyente y la esperanza que debemos compartir con el mundo.