El recorrido y la misión de nuestro Señor no solo se basaban en los sermones, sino que también, pasando de ciudad en ciudad, encontraba enfermos de cualquier tipo de enfermedad. Él los sanaba y con esto enseñaba que debemos visitar a los enfermos y acompañarlos en su dolor. Su ejemplo nos muestra que el ministerio no se limita a palabras, sino que también se expresa en hechos de compasión.
Estos 10 versículos bíblicos nos hablan de los momentos difíciles que puede vivir el ser humano, de las enfermedades y de otras situaciones dolorosas. Recordemos que la misma Biblia nos manda a que visitemos a los enfermos y oremos por ellos. A continuación, te presentamos 10 versos de la Palabra de Dios que nos inspiran a llevar consuelo a quienes sufren, y cada uno va acompañado de una breve reflexión para aplicar en nuestra vida diaria.
1 – Salmos 18:2
Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.
Este versículo nos recuerda que, en medio de la enfermedad, podemos confiar en Dios como nuestro refugio seguro. Él es roca firme que no se mueve ante las tormentas de la vida. Cuando los problemas de salud nos hacen sentir débiles, podemos apoyarnos en su fortaleza.
Visitar a un enfermo y orar por él es reflejar este atributo de Dios, mostrándole que no está solo y que en Cristo tiene un libertador. Al acompañar, llevamos esperanza y recordamos que Dios es nuestro escudo y fuerza en todo momento.
2 – Salmos 23:4
Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
La enfermedad puede parecer un valle oscuro, pero este pasaje nos asegura que Dios camina a nuestro lado. No estamos solos en medio del dolor, pues su presencia trae aliento y fortaleza.
Acompañar a un enfermo es ser un reflejo de esta compañía divina. Al visitar y orar por él, nos convertimos en instrumentos de consuelo, recordándole que el Buen Pastor nunca abandona a sus ovejas.
3 – Salmos 73:26
Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.
Cuando el cuerpo se debilita y el corazón desfallece, es natural sentir temor. Sin embargo, este versículo nos asegura que nuestra verdadera fortaleza está en Dios, quien permanece firme y eterno.
Al visitar a los enfermos podemos recordarles que, aunque la carne falle, Dios sigue siendo su porción y esperanza. Este mensaje fortalece el alma aun en medio de la debilidad física.
4 – Salmos 121:1-2
1 Alzaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi socorro?
2 Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra.
El salmista reconoce que la ayuda verdadera proviene de Dios, Creador de todo. En la enfermedad podemos sentirnos sin fuerzas, pero levantar los ojos a los cielos nos llena de esperanza.
Visitar a un enfermo y recordarle este pasaje le ayuda a enfocar su fe en el Señor. Más allá de los tratamientos médicos, la paz del corazón viene de saber que Jehová es su socorro fiel.
5- Isaías 41:10
No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.
La enfermedad trae consigo temor y angustia, pero este versículo trae una promesa clara: Dios nos acompaña, nos ayuda y nos sostiene con Su justicia.
Cuando visitamos a un enfermo, podemos transmitirle estas palabras como un bálsamo. Saber que el Creador está a su lado renueva la fe y la esperanza en medio del dolor.
6 – Jeremías 30:17
Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo: Esta es Sion, de la que nadie se acuerda.
Este pasaje revela la compasión de Dios hacia aquellos que se sienten olvidados o desechados. La promesa de sanidad es también una promesa de restauración espiritual y emocional.
Visitar a un enfermo es mostrarle que no está olvidado. Dios se acuerda de cada vida, y nosotros podemos ser sus manos al llevar un mensaje de consuelo y sanidad.
7 – Proverbios 17:22
El corazón alegre constituye buen remedio; Mas el espíritu triste seca los huesos.
La actitud del corazón influye directamente en el bienestar físico y emocional. La alegría trae alivio, mientras que la tristeza prolonga el dolor.
Llevar palabras de ánimo y esperanza a un enfermo puede ser parte de ese remedio. Nuestra visita puede provocar gozo y levantar su espíritu, siendo un medio que Dios utiliza para sanar.
8 – Santiago 5:15
Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.
Aquí se nos enseña el poder de la oración. No solo tiene efecto físico, sino también espiritual, pues trae perdón y restauración integral.
Orar por los enfermos cuando los visitamos es cumplir con este mandato bíblico. La fe abre puertas para que el Señor obre en sanidad y salvación.
9 – Éxodo 23:25
Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti.
El Señor promete bendecir a su pueblo con provisión y salud cuando le sirven fielmente. Esta es una promesa de protección y cuidado integral.
Compartir este mensaje con un enfermo es recordarle que Dios es su proveedor y sanador. Nuestra visita puede ser la confirmación de que Dios sigue velando por su vida.
10 – Jeremías 17:14
Sáname, oh Jehová, y seré sano; sálvame, y seré salvo; porque tú eres mi alabanza.
Este clamor es una confesión de dependencia total de Dios. Reconoce que solo Él puede sanar y salvar verdaderamente.
Invitar a un enfermo a orar con estas palabras fortalece su fe. Al recordarle que Dios es su alabanza, se despierta gratitud aun en medio de la dificultad.
Conclusión
Visitar a los enfermos es un mandato bíblico y un acto de amor que refleja el carácter de Cristo. Cada versículo aquí citado nos anima a llevar esperanza, consuelo y fe a quienes sufren. Cuando obedecemos este llamado, no solo bendecimos a los demás, sino que también experimentamos la gracia y la misericordia de Dios en nuestras propias vidas.