Podemos decir que toda riqueza que posee el impío no dura, por eso es mejor tener poco con humildad. Los impíos son altivos, sus riquezas se van tan rápido como llegan. El hombre malo deposita su confianza en los bienes materiales, olvidando que lo verdadero y eterno proviene de Dios. Por eso, cuando sus riquezas desaparecen, se queda vacío y sin propósito, porque su corazón nunca estuvo en el lugar correcto.
El Señor le da al justo y al humilde de corazón lo que necesita, y aunque sea poco, es duradero. El justo mantiene su integridad delante del Señor, y todas estas cosas serán a largo plazo. La bendición que proviene de Dios es estable, no se desvanece con el tiempo ni con las circunstancias. El hombre que teme a Dios no busca la abundancia terrenal, sino la aprobación divina, porque entiende que el verdadero tesoro se encuentra en la obediencia y en una vida recta.
La vida que lleva el justo es recta, confía en Dios, y esta es la mejor inversión que una persona puede hacer al seguir el buen camino del Señor. En el mundo actual, muchos confunden el éxito con acumular riquezas, pero el salmista nos recuerda que la verdadera riqueza está en tener paz, esperanza y una relación firme con Dios. El justo puede dormir tranquilo, mientras que el impío vive atormentado por el temor de perder lo que tiene. La seguridad del justo no depende del oro, sino de la presencia del Señor en su vida.
Es por eso que vemos lo que el salmista nos muestra en este capítulo, donde desde el inicio distingue el actuar del hombre malo de las buenas obras del justo. Como dice Salmo 37:16:
Mejor es lo poco del justo, Que las riquezas de muchos pecadores.
Salmos 37:16
El salmista entendía que el hombre ponía toda su vida en peligro por amor a los bienes, y con esto ya estaban envueltos en el pecado, lo cual hacía que sus riquezas no duraran para siempre, al igual que su vida. Pero, al contrario, para el justo, lo poco que conseguía era una bendición a largo plazo. Este principio espiritual sigue vigente hoy: lo que se obtiene con justicia permanece, y lo que se consigue con engaño se desvanece como el polvo. Dios bendice la fidelidad, no la ambición desmedida.
El salmista nos aconseja conformarnos y agradecer al Señor por lo poco que tenemos, siendo rectos y de buen agrado para Él. Es mejor tener poco y bueno que dure, que tener mucho siendo pecador y altivo delante del Señor, pues un día todo se acabará. El justo entiende que su vida está en las manos de Dios, y que cada día de provisión es un milagro de Su amor. El impío, en cambio, no reconoce al Dador, solo se aferra al don. Por eso, el llamado es a vivir con contentamiento, sabiendo que “la bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella”.
En conclusión, el mensaje del salmista es claro: la humildad y la rectitud valen más que cualquier tesoro terrenal. Las riquezas del impío son pasajeras, pero la herencia del justo es eterna. Agradezcamos a Dios por lo que tenemos, confiando en que Él suplirá todo lo necesario. Recordemos siempre que lo poco en las manos de Dios se convierte en abundancia, y que la verdadera riqueza es tener un corazón agradecido y una vida alineada con Su voluntad.

