La confianza del justo está en el Señor quien hizo los cielos y la tierra, porque anda en Dios está firme sobre la roca, y es por esa roca firma que muchos se sostienen hoy. PERO los impíos, por su mal camino, serán quebrados delante del Señor.
El camino del malo va de continuo hacia el mal, es por eso que vemos este salmo de David hablándole al justo para que no se impaciente por toda la injusticia que ve de parte del hombre malo. El Señor hará que el camino del hombre impío perezca.
En el siguiente versículo bíblico podemos notar que el salmista tenía toda su confianza en Dios y través de esto veía la justicia de Dios actuando a su favor.
David comprendía perfectamente que el justo no depende de sus propias fuerzas, sino del poder de Dios. Esa confianza no se basa en los bienes materiales, ni en la fama, ni en la seguridad que ofrece el mundo, sino en la fe puesta en un Dios que nunca falla. Cuando el salmista hablaba de ser sostenido por Jehová, reconocía que en los momentos de debilidad y angustia era la mano poderosa del Señor la que lo levantaba. Así también nosotros, en tiempos de prueba, debemos recordar que el brazo de Dios jamás se acorta y que Él sigue obrando a favor de quienes le aman.
En este pasaje se refleja una profunda enseñanza: el hombre malo confía en su propia capacidad, en su poder, en su dinero o en su inteligencia, pero todo eso tiene un límite. Llega un momento en el que sus “brazos”, es decir, su fuerza y sus recursos, se quiebran. Mientras tanto, el justo, aunque no posea grandes cosas, tiene un sustento inquebrantable porque su esperanza descansa en Dios. Esa es la diferencia esencial entre el justo y el impío: uno se sostiene con lo eterno, el otro con lo temporal.
Cuando las dificultades llegan, el justo no cae porque su fundamento es Cristo, la roca inconmovible. La fe en el Señor produce estabilidad, paz y valor ante las adversidades. Es una fe que no se derrumba, porque está anclada en la promesa divina. Por eso, cada creyente debe aprender a confiar aun cuando no vea la salida, sabiendo que el Señor sostiene, guía y fortalece en medio de las tempestades.
Por otro lado, el camino del impío siempre termina en destrucción. Puede parecer que prospera por un tiempo, pero esa prosperidad no tiene raíces firmes. Es como una planta sin agua, que pronto se marchita. Dios ve la injusticia y el abuso, y aunque el juicio tarde, llega en el momento justo. Por eso, el creyente debe mantenerse sereno, confiando en que el Señor hará justicia en su tiempo perfecto.
Querido lector, no pongas tu confianza en lo que el mundo te ofrece. Pon tu fe en Aquel que sostiene el universo, en el que tiene cuidado de cada detalle de tu vida. Él te fortalecerá cuando sientas que tus fuerzas se agotan, te levantará cuando caigas y te dará seguridad cuando todo parezca incierto. Así como el salmista David halló refugio en Dios, tú también puedes hallar descanso en Él. El justo vive por la fe, y esa fe le mantiene firme aun en medio de las tormentas.
Confía plenamente en el Señor, porque los brazos de los impíos serán quebrados, pero el justo será sostenido por el poder de Dios. No temas ni desmayes, porque el mismo Dios que sostuvo a David también te sostendrá a ti. Él no cambia, su amor permanece y su justicia se cumple. Camina confiado, sabiendo que tu vida está en las manos del Todopoderoso.