En este escrito del sabio Salomón, se enumeran varios ejemplos de personas que hicieron cosas malas y que, como consecuencia, sufrieron las repercusiones por causa de sus acciones.
La necedad del hombre lo lleva a caer en el hoyo que él mismo ha creado; su maldad provoca graves perjuicios a personas justas con el fin de destruirlas. Por eso, llega un momento en el que el hombre malvado, por sus acciones, cae en su propia trampa.
En los ejemplos que presenta Salomón, utiliza a la serpiente como un instrumento de destrucción para el hombre malvado. Veamos lo que nos dice el capítulo 10, verso 8 de Eclesiastés:
Es importante actuar con sabiduría y, cuando nos encontremos con personas así, es bueno pedir al Señor que nos proteja, para no permitir que nuestras vidas sean arrastradas por la corriente de estos hombres malvados.
Cuando Salomón escribe este proverbio, no solo está hablando de un castigo físico o visible, sino también de una consecuencia espiritual. Todo acto de maldad genera una reacción, y muchas veces el mal que alguien siembra regresa a su propia vida. Por eso, el sabio utiliza esta ilustración tan fuerte, donde la serpiente simboliza el castigo que alcanza al que abrió la brecha del pecado.
A lo largo de la Biblia encontramos otros pasajes que confirman esta enseñanza. En el libro de Proverbios se menciona que el que cava foso caerá en él, y que el que rueda una piedra, sobre él volverá. Esto nos muestra que las malas intenciones no solo dañan a los demás, sino que terminan volviéndose en contra de quien las origina. Dios es justo y no permite que la maldad quede sin consecuencia.
La justicia de Dios no siempre es inmediata, pero es segura. A veces los hombres malvados prosperan por un tiempo, y parece que sus obras no tienen castigo, pero el Señor observa todo y conoce los corazones. Tarde o temprano, el resultado de sus acciones se manifiesta. Es allí donde el muro derribado representa las barreras morales y espirituales que el hombre rompe cuando desobedece a Dios, quedando expuesto al ataque de la serpiente, símbolo del juicio divino.
Por eso, el mensaje de este versículo es una advertencia tanto para los impíos como para los justos. Para los primeros, un llamado al arrepentimiento; y para los segundos, una exhortación a mantenerse firmes y no dejarse contaminar por la maldad que los rodea. El temor de Dios es el principio de la sabiduría, y vivir con ese temor en el corazón nos ayuda a evitar caer en trampas que nosotros mismos podríamos preparar con nuestras malas decisiones.
Como creyentes, debemos recordar que toda acción tiene una consecuencia, y que solo bajo la dirección del Señor podemos construir una vida segura y llena de bendiciones. El hombre que teme a Dios edifica muros de integridad, y no los derriba, porque sabe que tras cada límite puesto por Dios hay una razón divina. En cambio, el que derriba esos muros espirituales se expone al peligro y termina siendo alcanzado por su propia necedad.
Por tanto, busquemos siempre andar con rectitud, ser prudentes en nuestras palabras y actos, y confiar en que Dios protege a quienes se mantienen firmes en Su verdad. La enseñanza de Salomón sigue siendo actual: todo lo que el hombre siembra, eso también cosechará. Que el Señor nos conceda sabiduría para construir, y no para destruir.