En toda la Escritura encontramos advertencias claras sobre el poder, la justicia y la santidad de nuestro Dios. En el libro de los Hebreos, el autor se dirige a una comunidad creyente que enfrentaba grandes desafíos en su fe. Muchos estaban tentados a volver atrás, a las antiguas costumbres y rituales, olvidando la grandeza de la salvación que habían recibido por medio de Cristo. Este pasaje es una llamada profunda a la fidelidad, recordándonos que Dios es fuego consumidor para quienes rechazan Su gracia.
El autor escribe a los Hebreos indicándoles que deben permanecer en la fe en el Señor, porque Dios es fuego consumidor para aquellos que rechazan la gracia de Dios.
En esta carta podemos ver lo que el autor les sugería a los cristianos: que no volvieran a sus antiguas costumbres. Más bien, les exhorta a recibir el reino que es inconmovible y a ser gratos delante del Señor, sirviendo con gran temor, reverencia y amor.
El reino del Señor nunca será movido. Siendo nosotros inmerecedores de esta enorme gracia, debemos aprovechar la aprobación de Dios y servir al Señor con temor y temblor.
Hermanos, vemos cómo los tiempos van cambiando. Sigamos firmes y en pie de lucha, recordando también a aquellos que rechazan la enorme gracia del Señor, pues Dios será para ellos un fuego consumidor.
El escritor de los Hebreos utiliza un lenguaje solemne para que entendamos que servir a Dios no debe tomarse a la ligera. Ser agradecidos no es simplemente una expresión, sino una forma de vida que demuestra nuestra devoción al Señor. Cada acto de obediencia, cada decisión tomada en integridad, refleja ese temor reverente que agrada a Dios.
Este pasaje también nos recuerda que el cristiano debe tener una actitud constante de gratitud. En un mundo lleno de incertidumbres, el creyente puede mantenerse confiado porque el reino de Dios no cambia. Las economías caen, los gobiernos se transforman, las modas pasan, pero la verdad del Evangelio permanece inconmovible. Por eso, el llamado es a mantenernos firmes, con el corazón enfocado en Cristo, sabiendo que solo en Él tenemos estabilidad y esperanza.
Cuando el autor dice que Dios es fuego consumidor, nos invita a reflexionar sobre Su santidad. Ese fuego representa la pureza y la justicia de Dios que no puede mezclarse con el pecado. No se trata solo de castigo, sino también de purificación. Así como el oro es refinado en el fuego, así también nuestras vidas son transformadas por las pruebas, moldeadas por el amor divino y fortalecidas por la fe.
Por tanto, debemos vivir de manera que nuestro servicio al Señor no sea superficial, sino profundo y sincero. El temor de Dios no significa miedo, sino respeto y reverencia hacia Aquel que nos dio la vida y nos sostiene cada día. Si comprendemos que Su reino es inconmovible, también aprenderemos a vivir con una fe que no se tambalea ante las dificultades.
Querido lector, que estas palabras del libro de Hebreos te motiven a seguir adelante, a no rendirte y a servir con gratitud. Que tu corazón sea encendido por ese fuego santo que purifica y renueva. Recuerda que nuestro Dios sigue siendo el mismo ayer, hoy y por los siglos, y Su reino permanecerá para siempre.