Si el juicio primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?

En 1 Pedro capítulo 4, verso 17, podemos observar lo que el apóstol Pedro nos muestra en este capítulo y por qué el juicio del Señor comienza por la casa de Dios.

Las pruebas por las cuales pasa un cristiano le ayudan cada día a ser purificado y a santificarse en el Señor para ser mejores cristianos. Sin embargo, en este capítulo podemos ver que también se hace mención de aquellos que no obedecen el evangelio del Señor.

Las buenas nuevas fueron traídas por el Señor para que toda persona sea salva y a través del camino del Señor, pero lamentablemente desde tiempos antiguos hasta ahora son muchos los que ignoran el evangelio del Señor. El apóstol Pedro dice lo siguiente:

No hay seguridad ni protección para aquellos que no obedecen el evangelio del Señor; aquellos impíos serán castigados con fuego. Amado amigo, es importante que puedas acercarte al Señor, unirte a Él y obedecer Su evangelio, porque de no ser así, entonces serás castigado. Dios te bendiga.

El mensaje de Pedro nos recuerda que la iglesia no está exenta de ser probada, sino todo lo contrario: el Señor comienza por Su pueblo porque desea ver corazones limpios, vidas transformadas y un testimonio verdadero ante el mundo. Las pruebas que llegan a la casa de Dios no son para destrucción, sino para fortalecimiento y crecimiento espiritual. Cada proceso difícil que un creyente enfrenta tiene como propósito acercarlo más al carácter de Cristo.

Cuando Pedro habla de que el juicio comienza por la casa de Dios, también nos hace pensar en la responsabilidad que tenemos como hijos del Señor. No podemos exigir al mundo obediencia cuando nosotros mismos no obedecemos Su Palabra. Por eso, el juicio divino primero limpia, corrige y enseña dentro del pueblo de Dios, para luego mostrar justicia ante los que viven alejados de Él.

A lo largo de la historia bíblica, vemos este principio repetirse. Dios siempre trata primero con Su pueblo antes de juzgar a las naciones. En tiempos de los profetas, Israel fue amonestado una y otra vez para que se arrepintiera y regresara al pacto. De la misma manera, hoy el Señor llama a Su iglesia a volver a la santidad y al compromiso genuino con el evangelio, porque sin santidad nadie verá al Señor.

Por otro lado, Pedro deja clara la consecuencia de no obedecer el evangelio. Aquellos que rechazan el mensaje de la salvación se enfrentan a una eternidad sin Dios, a un destino separado de Su presencia. Mientras los hijos del Señor reciben corrección con amor, los desobedientes recibirán juicio con severidad. Esta verdad debe llevarnos a reflexionar profundamente sobre nuestro caminar espiritual.

El evangelio no solo debe ser escuchado, sino también vivido. Cada creyente está llamado a reflejar en su vida la gracia y la misericordia del Señor. Cuando el cristiano entiende que el juicio comienza por la casa de Dios, comprende que no puede vivir una fe superficial, sino una fe sincera que se demuestra en acciones, palabras y obediencia diaria.

Querido lector, Dios en Su amor no quiere condenarte, sino salvarte. Por eso, permite que Su juicio comience en ti para que seas perfeccionado y fortalecido en la fe. No temas a las pruebas, porque ellas son la evidencia de que el Señor te está moldeando. Acepta Su corrección, vive en obediencia y permanece firme en Su Palabra. Así estarás preparado para el día en que el Señor venga a recompensar a los fieles y a juzgar a los que han rechazado Su evangelio.

Dios sigue hablando hoy. Escucha Su voz y abre tu corazón, porque el juicio del Señor no es para destrucción, sino para restauración. Que el Espíritu Santo te guíe cada día a vivir una vida digna de Su llamado. Permanece firme en la fe, y el Dios de toda gracia te sostendrá hasta el fin.

Estaremos alegres, pues grandes cosas ha hecho Dios con nosotros
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado