En Dios está mi salvación y mi gloria

En las primeras líneas de este escrito, podemos ver a un hombre fiel a Dios dándole órdenes a su alma para que permanezca en el lugar de completa confianza. Él es el Señor, nuestra salvación.

¿Podemos tener esa misma confianza que tenía David? El salmista depositaba toda su confianza en el Dios de su salvación porque sabía que si no confiaba en Dios, su reinado se desmoronaría. Es por eso que él habla de la gran gloria en el Señor.

El versículo 62:7 nos muestra la devoción del salmista hacia el Señor, al reconocer que si sus pies estuvieran en arena, se hundirían, pero al poner sus pies sobre la roca firme y fuerte, no se hundirán.

Hermanos, podemos decir: «Oh Señor, eres nuestro refugio, eres el Dios que nos sostiene». Pongamos toda nuestra confianza en el Señor. Démonos órdenes a nosotros mismos para que permanezcamos firmes en la salvación del Señor y que nuestros pies estén sobre la roca firme.

Confiar en Dios no es simplemente un acto emocional, sino una decisión espiritual que refleja nuestra fe y dependencia total en Él. David no se apoyaba en su poder militar ni en la riqueza de su reino, sino que entendía que todo lo que poseía provenía del Señor. De igual manera, cada creyente debe aprender a descansar en las promesas divinas, aun cuando las circunstancias sean difíciles y el entorno parezca incierto.

Cuando ponemos nuestra mirada en el Señor, dejamos de lado el temor y la ansiedad que producen las pruebas. La confianza en Dios nos da estabilidad y paz interior, porque sabemos que nada escapa de Su control. El que confía en el Señor no se moverá como las olas del mar, sino que permanecerá firme como una roca que no se deja derribar por el viento.

Así como David proclamó que en Dios estaba su salvación y su gloria, también nosotros podemos afirmar con convicción que nuestro futuro y esperanza están seguros en Él. El mundo cambia constantemente, las personas fallan y los recursos se agotan, pero el Señor permanece fiel y Su poder no tiene fin. Él sigue siendo refugio para los que le buscan de corazón y abrigo para los que están cansados.

Debemos recordar que la verdadera seguridad no se encuentra en lo material ni en los logros humanos, sino en una vida cimentada sobre Cristo, la roca inconmovible. Si permanecemos en Él, aunque vengan tormentas, nuestra casa espiritual no caerá. Como dijo Jesús: “El que oye mis palabras y las pone en práctica es como el hombre prudente que edificó su casa sobre la roca”. Esa roca es el mismo Dios en quien David confió.

Querido lector, hoy es el día de renovar tu confianza en el Señor. No te apoyes en tus propias fuerzas, ni en lo que ves, sino en lo que Dios ha prometido. En Su palabra encontramos la fortaleza necesaria para seguir adelante. Si tu alma se siente débil, dile a ti mismo: “Confía en el Señor, porque Él es mi roca y mi salvación”. En esa convicción hallarás paz y esperanza.

Finalmente, recordemos que Dios honra a quienes confían plenamente en Él. No hay oración que quede sin respuesta, ni corazón que dependa del Señor que quede avergonzado. Así como David fue librado de sus enemigos y sostenido en momentos de peligro, también nosotros seremos fortalecidos si nuestra fe permanece firme en Cristo. Él es y seguirá siendo nuestra roca eterna y nuestro refugio seguro.

El que comete adulterio es falto de entendimiento
El Señor se reirá del impío