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Cuando leemos los Evangelios, podemos notar que el llamado de Jesús a sus discípulos fue un momento de profunda transformación. Con solo una palabra —“Sígueme”— el Maestro cambiaba para siempre el rumbo de las vidas de aquellos que lo escuchaban. No ofrecía riquezas, ni prestigio, ni una vida fácil, sino una invitación a una nueva existencia centrada en Dios. Lo sorprendente es que muchos de ellos, sin vacilar, dejaban todo atrás: sus oficios, sus familias, sus comodidades, y emprendían el camino tras Aquel que traía palabras de vida eterna.
Y al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y levantándose, le siguió.
Marcos 2:14
Otro de sus discípulos le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre.
Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos.
Mateo 8:21-22
Las palabras de Jesús pueden parecer duras, pero en realidad son una enseñanza profunda sobre las prioridades espirituales. Seguir a Cristo requiere rendición total. No hay espacio para las excusas ni para los apegos que impidan responder al llamado divino. Jesús no menosprecia la familia ni las responsabilidades, pero deja claro que el Reino de Dios debe ocupar el primer lugar en nuestras vidas. Cuando el Maestro llama, la obediencia inmediata demuestra fe genuina.
En el Evangelio de Juan también encontramos otro ejemplo de ese llamado directo:
El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme.
Juan 1:43
Felipe, al escuchar la voz del Salvador, creyó de inmediato y comenzó a testificar. No se conformó con seguir a Jesús solo, sino que fue a buscar a su amigo Natanael para compartirle la buena noticia: “Hemos hallado a Aquel de quien escribió Moisés en la ley”. Aunque Natanael al principio fue incrédulo —diciendo “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”—, su corazón fue transformado cuando el Señor le reveló que lo había visto bajo la higuera antes de que Felipe lo llamara. Ante esta manifestación, Natanael reconoció: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.”
Estos relatos nos muestran que el llamado de Jesús no se trata solo de dejar algo, sino de ganarlo todo. Seguir al Maestro es dejar atrás una vida vacía para abrazar una vida plena en Su presencia. Cada discípulo enfrentó su propia lucha interna, pero la recompensa fue incomparable: caminar con el Hijo de Dios, aprender de Su sabiduría, ver milagros y experimentar el amor redentor que transformó sus almas.
Hoy, el mismo llamado resuena en el corazón de quienes escuchan la Palabra de Dios: “Sígueme.” No es un eco del pasado, sino una invitación viva. Jesús sigue llamando a hombres y mujeres de toda nación y condición para que se conviertan en testigos de Su verdad. La pregunta es: ¿cómo responderás tú? ¿Serás como Leví, que se levantó y lo siguió sin dudar, o como aquel que pidió tiempo antes de obedecer?
Amado hermano, seguir a Cristo implica dejar atrás el pecado, la indiferencia y todo lo que te aleja de Él. Implica confiar en Su guía aun cuando no comprendas todo el camino. Si escuchas Su voz, no endurezcas tu corazón. El Maestro te llama hoy a una vida nueva, llena de propósito y esperanza. Deja todo y síguelo, porque en Jesús hallarás la verdadera libertad y la vida eterna. Amén.
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