En este artículo veremos las palabras de un hombre sabio, un hombre que supo escuchar la voz del Señor y entender cuál era el verdadero valor de la vida. No pidió riquezas, ni poder, ni fama; pidió sabiduría, y Dios se la concedió junto con abundancia material. Este hombre fue el rey Salomón, quien comprendió que el conocimiento humano sin la dirección divina carece de valor. La verdadera sabiduría no proviene de los libros ni de la experiencia, sino de Dios mismo. Cuando el hombre se humilla y busca la guía del Altísimo, el Señor le concede discernimiento para distinguir el bien del mal y caminar por sendas rectas.
La Biblia nos enseña que hay una gran diferencia entre el sabio y el soberbio. El sabio se humilla delante de Dios, reconoce su dependencia del Creador y busca Su voluntad. El soberbio, en cambio, confía en su propio entendimiento, se enaltece y rechaza la corrección divina. Por eso, dice la Escritura que Dios mira de lejos al altivo, pero da gracia al humilde. Quien escoge la soberbia se aparta del Señor y de Su Palabra, y por tanto, su vida se llena de tropiezos. Puede parecer que prospera por un tiempo, pero su casa, tarde o temprano, será destruida, porque no tiene fundamento en la roca eterna que es Cristo Jesús.
El sabio Salomón escribió una poderosa observación acerca de cómo el Señor trata con los soberbios y con los humildes. En el libro de Proverbios encontramos esta enseñanza:
Por eso, el creyente debe buscar cada día la sabiduría que viene de lo alto. No una sabiduría terrenal, limitada y egoísta, sino aquella que es pura, pacífica, amable y llena de misericordia, como dice Santiago 3:17. Cuando el hombre busca el consejo de Dios, su vida se ordena, su casa se fortalece, y su familia se sostiene bajo la bendición divina. Pero el que ignora la voz de Dios y confía en su propio juicio, tarde o temprano, verá los frutos de su necedad.
No olvides que el mismo Dios es quien sostiene nuestras vidas y nuestras casas. Él es el arquitecto perfecto, el que construye sobre bases firmes y eternas. Por eso debemos ser sabios y obedientes, siguiendo Su Palabra y Su voluntad. Cuando dejamos que Dios guíe nuestras decisiones, Él afirma nuestros pasos y nos guarda del mal. Así como afirma la heredad de la viuda, afirmará también la de todos aquellos que confían en Él. No busques ser grande delante de los hombres, busca ser fiel delante de Dios.
Hermanos, la soberbia destruye, pero la humildad edifica. Aprendamos a ser sabios en la presencia del Señor, a oír Su voz y a vivir conforme a Su Palabra. No hay mayor riqueza que tener la aprobación de Dios. Que cada casa, cada familia y cada corazón se edifique sobre el temor del Señor, porque el principio de la sabiduría es el temor de Jehová. Si permanecemos fieles, Él afirmará nuestras vidas y nos bendecirá en todo tiempo. Camina con sabiduría, y el Señor afirmará tu casa.