Qué privilegio es tener el llamado del Señor en nuestras vidas, es especial ser escogidos por nuestro Dios grande y poderoso, llevar su palabra a donde quiera que haya vida. El propósito de nuestro Dios, es que todos puedan alcanzar salvación y vida eterna.
El capítulo 10 de Mateo en su verso 5, nos muestra a aquellos grandes servidores escogidos por Dios, aquellos que no dudaron para seguir al Maestro. Dios le llamó para que cuando pronto culminaran sus días en la tierra, ellos fueran los que siguieran llevando el evangelio de Cristo y que así fuese extendida la palabra del Señor.
Jesús claramente les dijo que fueran a aquellas ovejas perdidas, o sea, de los de la casa de Israel. Allí dijo lo siguiente:
Cuando meditamos en este pasaje comprendemos que el llamado de Dios no es algo ligero, sino que implica responsabilidad, obediencia y valentía. Los discípulos entendieron que seguir a Cristo no era simplemente escuchar sus enseñanzas, sino actuar conforme a ellas y entregarse por completo a la misión. Esa misma misión es la que nos alcanza hoy: ser luz en medio de las tinieblas y anunciar que en Cristo hay esperanza.
El Maestro no prometió una vida sin dificultades, al contrario, anticipó que vendrían persecuciones, rechazos y pruebas. Sin embargo, también aseguró su presencia y respaldo. Esto nos enseña que aunque los desafíos sean grandes, el que ha sido llamado por el Señor puede caminar con confianza, porque sabe que no va solo. La fidelidad de Dios acompaña a quienes Él envía.
El llamado de los doce también nos recuerda que no importa el origen o la condición de una persona, Dios escoge a quienes quiere para cumplir Su propósito. Entre los discípulos había pescadores, hombres sencillos, y aún así fueron capacitados por el poder del Espíritu Santo para transformar el mundo con el mensaje del evangelio. Esto nos inspira a no subestimar el llamado que hemos recibido, pues lo que importa no son nuestras fuerzas, sino el poder de Dios obrando en nosotros.
Hoy más que nunca debemos reconocer la importancia de compartir el mensaje de salvación. Vivimos en un tiempo donde muchos caminan como ovejas sin pastor, llenos de ansiedad, tristeza y confusión. La misma instrucción que Jesús dio a sus discípulos sigue siendo válida: ir en busca de los que están perdidos, hablarles del amor de Cristo y mostrar con nuestro testimonio que Él sigue transformando vidas.
Asimismo, debemos entender que el evangelio no es solo palabras, sino también hechos. Los discípulos fueron enviados a sanar, a liberar, a consolar, a dar de gracia lo que de gracia habían recibido. De la misma forma, el creyente actual está llamado a ser instrumento de bendición en su familia, en su comunidad y en todo lugar donde el Señor lo envíe. Predicar no es únicamente pararse en un púlpito, sino reflejar a Cristo en la vida diaria.
Querido lector, si sientes que Dios te ha llamado, no ignores esa voz. El llamado del Señor es la oportunidad más grande que un ser humano puede tener. No se trata de posición, reconocimiento o títulos, se trata de servir al Dios vivo y verdadero, extendiendo su reino aquí en la tierra. Recuerda que cada paso de obediencia es una semilla que dará fruto en el tiempo perfecto de Dios.
Pidamos al Señor que nos dé la misma valentía que tuvieron los discípulos, para que, sin importar las dificultades, podamos llevar con gozo el mensaje del evangelio. Que nuestra vida sea un reflejo del poder de Dios, y que así muchos puedan llegar a los pies de Cristo y experimentar la salvación que Él ofrece.