El que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña

Hermanos, es bueno que como hijo de Dios podamos tener misericordia de nuestros hermanos, siendo conocedores del Señor, entendiendo que Su mano nos alcanzó y nos ayudará a seguir adelante.

Si somos espirituales, nos conducimos por obra y gracia del Señor, es por eso que en este mundo debemos estar firmes en la obra del Señor, ya que existe un enemigo que busca la forma de tentarnos buscando que fallemos a Dios y que todo en nuestras vidas se derrumbe.

Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña.

Gálatas 6:3

La humildad es una de las cualidades que debe poseer el cristiano. Recordemos que Jesús siendo Hijo de Dios dejó su trono de gloria y vivió humildemente en este mundo, entregándose como sacrificio por nuestros pecados. Imitemos ese ejemplo de humildad de Jesús para que así podamos entrar al reino de los cielos.

Dicho de otra forma, no nos creamos la gran cosa. Recordemos la vez que los discípulos discutían sobre quién sería el mayor en el reino de los cielos y Jesús les puso como ejemplo un niño y les dijo «cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos» (Mateo 18:4).

Y aquí es donde entra la verdadera sustancia del versículo que acabamos de leer. En los versículos anteriores se habla de que cuando alguien es sorprendido en falta, éste sea restaurado con mansedumbre. Que el liderazgo no se te suba a la cabeza y durante la reprensión hagas sentir mal al hermano que estás corrigiendo.

Amados, no nos creamos grandes, pues los títulos que podemos tener en la tierra de nada nos valdrán en el reino de los cielos. Si tienes algún cargo en tu iglesia, en una empresa, en el gobierno, pues da gloria a Dios. Si no lo tienes da gloria a Dios también. Mejor es que procuremos andar rectamente para así poder entrar en el reino de los cielos.

De manera que, si ves a un hermano pasando por un momento triste, pues ve y llévale una oración. Ayúdale en el nombre del Señor y restaura su vida, dile que el Señor esta con Él y que Él le perdona.

La enseñanza que Pablo nos da en Gálatas es profunda: el orgullo espiritual puede engañarnos y llevarnos a caer en el error de creernos superiores. Una vida cristiana auténtica se mide por la capacidad de servir, de ayudar al caído y de hacerlo con un corazón humilde. No se trata de cuánto sabemos, sino de cuánto estamos dispuestos a amar y a perdonar.

Muchas veces vemos a personas que, en lugar de restaurar, condenan. Pero el evangelio de Cristo es un evangelio de reconciliación. Así como Dios nos perdonó, nosotros también debemos tener la disposición de extender la mano al que tropieza, no para señalarlo, sino para levantarlo en el nombre del Señor.

Jesús mismo dijo que no vino para los sanos sino para los enfermos (Marcos 2:17). Esto nos recuerda que todos necesitamos de Su gracia, y que en algún momento también hemos caído y alguien oró por nosotros. De la misma forma, hoy se nos llama a ser instrumentos de misericordia y canales de bendición para otros.

La verdadera grandeza en el reino de Dios no se mide por lo que logramos en esta tierra, ni por los títulos que tengamos, sino por nuestra capacidad de vivir conforme al Espíritu. El orgullo derrumba, pero la humildad edifica. El que se humilla será exaltado, dice la Escritura, y esto debe motivarnos a vivir con sencillez, sin vanagloria.

Querido lector, si hoy tienes la oportunidad de ayudar a alguien, hazlo con amor. Ora por esa persona, acompáñala en su dolor, muéstrale que Cristo aún restaura y que no hay pecado tan grande que la sangre de Jesús no pueda perdonar. Esa es la verdadera vida cristiana, una vida que refleja a Cristo en palabras y acciones.

Finalmente, recordemos que todos compareceremos delante de Dios, y Él no mirará nuestras posiciones terrenales, sino nuestro corazón. Procuremos entonces vivir una vida humilde, sirviendo y restaurando, para que cuando llegue el día podamos escuchar esas palabras que todos anhelamos: «Bien, buen siervo y fiel… entra en el gozo de tu Señor» (Mateo 25:23).

Dios hace maravillas sin número
Doy gracias y alabo a Dios por lo que me ha dado, sea poco o mucho