La justicia de Dios es perfecta, inmutable y eterna. Ninguna justicia humana puede compararse con la del Señor, porque Él juzga con rectitud, sin parcialidad y conforme a la verdad. Cuando todo parece injusto a nuestro alrededor, cuando los hombres fallan y la maldad parece triunfar, el creyente puede descansar en que el Dios de los cielos nunca pierde el control. Su justicia se manifestará en el momento oportuno, porque Él es justo y fiel en todas sus obras.
Nuestro Dios no solo es justo, sino también nuestra salvación. Él no ignora el sufrimiento del justo ni pasa por alto la maldad del impío. Aunque muchas veces parezca que los malvados prosperan, la Palabra de Dios nos recuerda que su aparente éxito es temporal, mientras que la recompensa del justo es eterna. Dios defiende a los humildes, sostiene al oprimido y libra al afligido. Cada lágrima derramada por amor a la verdad es vista por el Señor, y a su debido tiempo Él hará justicia.
A lo largo de la historia bíblica, podemos ver cómo el Señor interviene a favor de los suyos. Él exalta a los que se humillan y derriba a los soberbios que confían en su propia fuerza. No hay injusticia que quede sin respuesta, ni opresión que no sea atendida por Su divina justicia. El apóstol Pablo escribió que “Dios no puede ser burlado”, y esta es una verdad que se mantiene vigente: tarde o temprano, todo acto de maldad recibe su justo pago, y todo acto de fidelidad es recompensado.
El salmista David, quien conoció tanto la persecución como la victoria, nos dejó un testimonio vivo de la fidelidad de Dios. En su juventud fue menospreciado y perseguido injustamente por el rey Saúl, pero nunca dejó de confiar en el Señor. A pesar de los ataques, del peligro constante y de los falsos juicios, David mantuvo su corazón íntegro delante de Dios. En medio de sus aflicciones, levantó un cántico de agradecimiento, reconociendo la mano poderosa de su Salvador:
Porque tú salvarás al pueblo afligido, y humillarás los ojos altivos.
Salmos 18:27
Estas palabras resumen una profunda realidad espiritual: Dios levanta a los que se humillan ante Él y abate a los que se enorgullecen. La humildad atrae la gracia del Señor, mientras que la soberbia provoca Su juicio. El mismo Jesús lo reafirmó cuando dijo: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.” El corazón quebrantado y humilde encuentra refugio bajo la justicia divina, y su recompensa será grande.
David experimentó el respaldo de Dios de una manera inconfundible. Saúl, cegado por la envidia y el orgullo, intentó destruirlo una y otra vez, pero el Señor fue su defensa. Aquel que había sido ungido como futuro rey fue preservado por el poder divino hasta que se cumplió el propósito de Dios en su vida. Por eso, cuando David canta este salmo, no lo hace desde la amargura ni desde la venganza, sino desde la gratitud de quien ha visto la mano de Dios obrando con justicia y misericordia.
La justicia de Dios no solo castiga al impío, sino que también salva al justo. Cuando el afligido clama, Dios escucha; cuando el débil se siente sin fuerzas, Dios lo levanta; cuando el inocente es acusado, Dios lo defiende. El Señor no se olvida de Sus hijos, y aunque la prueba tarde en pasar, Su intervención llega a tiempo. Él no se apresura como los hombres, pero nunca llega tarde. En Su tiempo perfecto, pone fin al sufrimiento y exalta a los que permanecen firmes en Su Palabra.
Hermanos, no perdamos la esperanza en medio de la injusticia. El Dios que salvó a David sigue siendo nuestro refugio y defensor. Tal vez hoy seas víctima de maltrato, de falsas acusaciones o de desprecio, pero recuerda que el Señor pelea tus batallas. Su justicia no se compra ni se negocia; Su juicio es recto y verdadero. Descansa en Él, porque Su salvación está más cerca de lo que imaginas.
Así que, confía en el Señor con todo tu corazón. No busques venganza ni te impacientes por causa de los malvados. La justicia humana puede fallar, pero la de Dios jamás. Él es el juez supremo que vindica a los suyos y pone fin al poder de los arrogantes. Como dice el salmista: “El Señor salvará al pueblo afligido.” Si permaneces firme en Su verdad, verás Su justicia manifestarse en tu vida y cantarás con gozo: “Jehová ha sido mi salvación y mi justicia.” Amén.