Nos ha librado de la potestad de las tinieblas

Estemos siempre bajo la dirección divina de Dios, buscando Su guía en todo lo que emprendamos y agradeciendo cada día por Su perdón y misericordia. El Señor nos ha rescatado de la oscuridad del pecado y nos ha mostrado el camino de la verdad por medio de Su Hijo Jesucristo. ¡Qué maravilla saber que fuimos librados de la potestad de las tinieblas y trasladados a la luz admirable del reino de Dios! Esta obra no la logramos por nuestras fuerzas, sino por la gracia y el amor eterno del Padre, que decidió extender Su mano para salvarnos y darnos nueva vida.

El apóstol Pablo, en sus epístolas, constantemente recordaba a las iglesias el valor de esta redención. Sus cartas estaban llenas de gratitud, exhortación y amor pastoral. Él deseaba que cada creyente viviera conforme a la voluntad de Dios, que su caminar reflejara la luz del evangelio y que no volvieran atrás a las sombras del pecado. En su carta a los colosenses, Pablo expresa una de las verdades más profundas y gloriosas del evangelio:

el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo;

Colosenses 1:13

Este versículo nos recuerda que la salvación no es simplemente una mejora moral o un cambio de actitud; es un traslado espiritual. Dios nos movió del reino del pecado al reino de Su Hijo. Antes estábamos bajo el dominio de las tinieblas, esclavizados por el mal y sin esperanza; pero ahora, por la sangre de Cristo, hemos sido libertados y adoptados como hijos de Dios. Ya no vivimos bajo la opresión del enemigo, porque el poder de las tinieblas fue derrotado en la cruz del Calvario.

El capítulo 1 de Colosenses comienza con un saludo lleno de ternura y bendición: “Gracia y paz sea a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.” Este saludo no era solo una formalidad, sino una expresión genuina del deseo del apóstol de que sus hermanos estuvieran firmes en la fe y experimentaran la paz de Dios en sus vidas. Pablo entendía que la paz verdadera solo puede encontrarse cuando estamos bajo la soberanía de Cristo, caminando en Su voluntad y obedeciendo Su Palabra.

Pablo, a pesar de estar en prisión o lejos de muchas de las iglesias que fundó, nunca dejó de preocuparse por sus hermanos en la fe. Sus cartas son testimonio de un amor profundo por el pueblo de Dios. Él oraba constantemente por ellos, pedía al Señor que los fortaleciera y los mantuviera firmes bajo la voluntad divina. En cada línea de sus epístolas se percibe su deseo de que los creyentes crecieran en conocimiento espiritual y en una vida consagrada a Dios.

En este pasaje vemos reflejado el corazón del evangelio: el poder de Dios que nos libra del dominio del mal. El Señor no solo nos perdona, sino que nos transforma y nos posiciona en un nuevo reino, bajo un nuevo Rey: Cristo Jesús. Esto significa que ya no pertenecemos a este mundo, sino que nuestra ciudadanía está en los cielos. Como hijos de Dios, debemos vivir conforme a esta nueva identidad, reflejando en todo momento la luz de Cristo que ahora habita en nosotros.

Por eso, hermanos, demos siempre gracias al Señor. No olvidemos que fuimos libertados del poder del pecado, que las cadenas fueron rotas y que la luz de Cristo resplandeció en nuestras vidas. Antes vivíamos en tinieblas, pero ahora caminamos en la luz, guiados por Su Espíritu. Cada día debemos recordar esta verdad, porque es el fundamento de nuestra esperanza y de nuestra fe.

Dios nos ha librado de la potestad de las tinieblas, quitando las vendas que nos cegaban y dándonos visión espiritual para entender Su propósito. Hemos sido llamados a vivir en la verdad, a servir con humildad y a reflejar la gloria de Aquel que nos salvó. Por Su sangre preciosa fuimos redimidos, y en Su nombre tenemos victoria sobre todo poder del mal.

Así que, amados, no olvidemos quién nos rescató ni de dónde nos sacó. Caminemos con gratitud, obediencia y gozo en el Señor, recordando siempre que nuestra libertad fue comprada a un alto precio: la sangre de Cristo. Vivamos bajo Su dirección divina, buscando en oración Su voluntad cada día, y proclamemos con alegría que nuestro Dios es poderoso para librar, restaurar y salvar. Amén.

El Señor está cerca
Todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis