Todo lo que tenemos, lo que somos y lo que poseemos, proviene de la misericordia de Dios. Nada hay en nosotros que merezca Su favor, pero aun así, Él derrama sobre nuestras vidas bendiciones inmerecidas cada día. Por eso debemos ser agradecidos y reconocer que todo lo que hemos recibido es fruto de Su amor y de Su bondad. Nuestro Dios es fiel, escucha nuestras oraciones y responde conforme a Su perfecta voluntad. Cada vez que le pedimos algo con un corazón sincero, Él nos oye y actúa a Su tiempo, porque conoce lo que verdaderamente necesitamos.
La oración es el medio por el cual nos acercamos a Dios, expresando nuestra dependencia total de Él. No se trata de simples palabras, sino de un diálogo íntimo con nuestro Padre celestial. Cuando nos arrodillamos y elevamos nuestras peticiones, debemos hacerlo con humildad, creyendo que Él tiene el poder para obrar en cualquier situación. El Señor sabe cuándo y cómo conceder lo que pedimos. A veces Su respuesta llega pronto, otras veces tarda, y en ocasiones no es lo que esperábamos; pero siempre es lo que más nos conviene.
Hermanos, recordemos que nuestro Dios está presente para ayudarnos, para fortalecernos y guiarnos en cada paso. Él no ignora nuestras súplicas, sino que las escucha con atención paternal. Sin embargo, no debemos pedir solo cosas materiales o momentáneas, sino sobre todo la sabiduría para permanecer firmes en Su voluntad. Pedir al Señor debe ser un acto de fe y de entrega, reconociendo que nuestras vidas están en Sus manos y que Él conoce mejor que nadie lo que necesitamos.
Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.
Mateo 21:22
En este versículo, Jesús enseña una de las verdades más poderosas sobre la fe. Él acababa de secar una higuera con solo Su palabra, y los discípulos, asombrados, le preguntaron cómo aquello era posible. Entonces el Maestro les explicó que el secreto está en creer sin dudar. La fe genuina no se basa en lo que vemos, sino en lo que sabemos del carácter de Dios. Cuando confiamos plenamente en Él, podemos estar seguros de que Su poder se manifestará en nuestras vidas, de la manera y en el momento que Él determine.
Jesús quería enseñarles que la oración con fe mueve montañas, no porque haya poder en las palabras humanas, sino porque el poder proviene de Dios mismo. Cuando pedimos conforme a Su voluntad, el cielo se abre a favor nuestro. Pero debemos entender que la fe no es una fórmula mágica; es una relación viva con el Señor. Es confiar incluso cuando no vemos el resultado inmediato, es descansar en la certeza de que Dios nunca falla y que Su plan siempre es perfecto.
Por eso, al orar, debemos hacerlo con un corazón sincero y lleno de confianza. No hay oración pequeña ni insignificante cuando se hace con fe. Tal vez has estado pidiendo algo por mucho tiempo y aún no has recibido respuesta, pero no te desanimes. Dios no se olvida de Sus hijos. Él está obrando en silencio, preparando el momento exacto para mostrar Su gloria en tu vida. A veces, la espera es parte del proceso que moldea nuestro carácter y fortalece nuestra fe.
Sabemos claramente que Jesús no solo mostró Su poder, sino también Su deseo de que aprendamos a confiar. Él realizó milagros no para exhibirse, sino para que sus discípulos —y nosotros hoy— entendamos que todo es posible para el que cree. Si pedimos con fe, si lo hacemos en Su nombre y conforme a Su voluntad, podemos estar seguros de que Dios responderá. La clave está en creer, en mantener viva la esperanza incluso cuando la situación parezca imposible.
No dudes de acercarte a Dios. Él está siempre dispuesto a escucharte. En tus momentos de angustia, en tus días de dificultad o de incertidumbre, acude al Señor. No hay oración que Él no escuche, ni lágrima que pase desapercibida ante Sus ojos. Él ve tu esfuerzo, conoce tus luchas y sabe lo que tu corazón anhela. Cree que Dios está obrando, aunque no lo veas. Ten por seguro que Su respuesta llegará a su debido tiempo, y cuando llegue, será perfecta.
Este mensaje es para ti: no pierdas la fe, no dejes de orar. Pide con confianza, creyendo en el poder de Dios, y recibirás conforme a Su voluntad. Tal vez ese milagro que tanto esperas está más cerca de lo que imaginas. El Señor tiene cuidado de ti y de los tuyos. Ora, espera, confía y adora, porque Dios nunca llega tarde y siempre cumple Sus promesas. Amén.